Playas vírgenes para los "cocodrilos de lujo"
La autora de Una historia de amor como otra cualquiera (Espasa) recuerda con nostalgia un viaje a África en una entrevista celebrada mientras espera impaciente las primeras señales del parto que traerá a su hija al mundo.
Así que viajó por Senegal, por su cuenta y con mochila.
Sí. Yo había recorrido de ese modo Tailandia y parte de Suramérica. Entonces tenía 25 años.
Primer problema: crematístico.
Iba en plan pobre y en Dakar no existía la pensión barata de turno: era dormir en la calle o en un hotel de cuatro estrellas. Opté por el hotel, con lo que se me fue buena parte del mi presupuesto, y encima era cutre y había cucarachas.
¿Y cómo se movía?
De momento subí a los coches en los que viajaban los nativos. Autos de los años cuarenta que arrancan haciendo un puente. Se meten veinticinco, con la cabra y el bebé, y el coche sale cuando no cabe un alfiler. Las carreteras son tremendas y pilllas un mareo de morir.
Pero conoció a la gente.
Son amables y guapísimos. Ellas, del estilo de la modelo Imán, altas y elegantes. Y ellos, muy bien dotados. Lo supe porque los veía bañarse, no vaya a creer. Tienen esas caras de las esculturas de ébano.
Luego fue a Gambia.
Es lo más deprimente que he visto, con una monumental hambruna. Las mujeres tienen 11 hijos y saben que al menos cuatro se les morirán. Además existe la mordida policial, y yo casi no tenía dinero. Para colmo me puse malísima.
Aún no había llegado lo peor...
A esas alturas ya no tenía dinero, y necesitaba llegar a Pamarin, donde podría usar mi tarjeta de crédito. Pero tenía que alquilar un coche y tomar una barca. Mi reloj sirvió para pagarlo.
Pamarin debió de parecerle el paraíso, tras tantas penurias.
No, porque el cajero estaba cerrado. Pero es un lugar con cierto turismo con playas vírgenes de 300 kilómetros. Allí, a los turistas los llaman "cocodrilos de lujo", porque no entienden que se bañen en aguas donde hay tiburones.
¿Cómo regresó a Dakar?
Pagué el viaje con mis pendientes.
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