La torería de Ponce
El primero de los tres sobreros lucía dos pitones astifinos y recibió en el primer encuentro con la acorazada un castigo tremebundo. Mas el toro se sintió poderoso y decidió recrecerse en otro puyazo en el que se asomó con la cara por las nubes. De pronto, apareció Enrique Ponce con la muleta en la mano izquierda y en un alarde de torería sometió al manso, le bajó la mano y se enseñoreó de una lidia que parecía imposible. La faena fue densa, no abundó la ligazón pero sí el temple. Juan Mora también dejó dos faenas macizas, medidas. Se las vio con un terciado torrealta que desarrolló casta y al que dibujó una faena ligada en la que buscó las vueltas del toro, llevando las embestidas hasta atrás. Con el cuarto también se la jugó fajándose en una labor que no pudo ser más emocionante porque el toraco tenía alma de buey de carretón y lo suyo no era perseguir los engaños. Ponce también tuvo tiempo para hacer embestir a un marmolillo quinto; fue algo inaudito, ya que pisó un terreno muy comprometido y labró pases que parecían inverosímiles por ambos pitones. Javier Conde pasó casi inadvertido.
Varias / Mora, Ponce, Conde
Cuatro toros de Torrealta (1º, 3º, 4º-devuelto por cojo y sobrero de Esteban Isidro- y 5º), dos remiendos de Adelaida Rodríguez (2º, devuelto y sustituido por un toro del mismo hierro, y 6º, también devuelto; sobrero de Esteban Isidro). Mansos, de juego y presentación desigual. Juan Mora: saludos en ambos. Enrique Ponce: aviso y saludos; silencio. Javier Conde: silencio en los dos. Plaza de La Ribera, 26 de septiembre. 6ª de feria. Más de tres cuartos de entrada.
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