"Seguiré siendo el gregario de última hora"
Un hijo de camionero que cuando Indurain encadenaba Tour tras Tour se pasaba los veranos plantando eucaliptos en Guriezo (Cantabria) vio una vez durante una carrera un camión aparcado a un kilómetro de la meta con un cartel que decía Se vende, y un número de teléfono anotado, y fue capaz al mismo tiempo, y sin bajarse de la bicicleta, de ganar la etapa y de memorizar el número de teléfono y de contar los ejes del camión y de calcular la antigüedad del aparato basándose en el número y la letra de la matrícula para comentárselo a su padre por la noche cuando volvió a su casa.
Pregunta. Cuentan que de amateur usted era capaz de eso y más...
Respuesta. No sé de dónde habrá salido esa historia, pero es pura exageración. Intento recordar y no me acuerdo de una cosa así.
Estuvo a punto de dejar la bicicleta al ir muy mal en el Tour, pero le salvó el cariño de Manolo Saiz
"Mi sueño es un camión americano de esos enormes, que llevan cocina y todo en cabina"
Isidro Nozal, de 25 años, lleva unas zapatillas de felpa con un dibujo escocés porque las ha llevado siempre y son cómodas; lleva, cuando no usa casco, la visera de la gorra doblada hacia arriba, a la antigua, porque de chiquitín, cuando posaba para la foto en el equipo cadete, le decían que había que llevarla así y así se acostumbró, y no cree que haya que cambiar, aunque en Francia le paren y le digan que llama la atención. Lleva una pulsera de cuero con unos perritos en la muñeca derecha porque se la regaló en Lugo su novia Begoña, una estudiante de Derecho con la que habla por teléfono dos veces al día, y le dijo que le daría suerte en el Tour. "Luego, ya ve qué Tour más malo me salió, pero en la Vuelta funciona".
P. Y el año pasado, después del Tour, una revista especializada en camiones publicó un reportaje sobre usted. Lo tituló Un camionero en el Tour. Este año tendrán que titular Un campeón en el camión ¿no?
R. Me gustan los camiones. Me gusta lo que me ha dado de comer hasta hacerme ciclista profesional. Le ayudo a mi padre porque me gusta. Es chófer de una empresa de Portugalete y maneja un tráiler Renault 280, viaja por Asturias, Madrid, La Rioja, Burgos... Y yo voy con él en cuanto puedo, que para eso tengo todos los carnés de conducir que pueda haber. Tengo todas las casillas rellenas, para todo tipo de vehículos.
P. Así que estará de acuerdo con Loquillo, con esa canción que dice Y para ser feliz quiero un camión.
R. Mi sueño es un camión americano de esos enormes, que llevan cocina y todo en la cabina, un Peter Billt, por ejemplo. Son preciosos por dentro y su mecánica es indiscutible. Vale cerca de 240.000 euros. El año pasado, después del Tour, estuve en Nueva York y aluciné. Me hice fotos con camioneros junto a sus camiones... Me gusta su vida. Son los dueños de la carretera. Viajan sin control, sin tacómetros ni nada.
P. Y para ser feliz en el ciclismo ¿necesita mucho?
R. Parece que ha pasado un siglo desde que empezó la Vuelta. A veces nos juntamos en la mesa y nos preguntamos '¿dónde están Gijón y Santander?' O '¿te imaginas que llegamos a Madrid y nos dicen que hay que volver a empezar, pero al revés?' Antes de la Vuelta sólo tenía el sueño de llevar un día, el que llegamos a Santander, el maillot de líder, pero después ha venido todo. La escapada de Burgos me lo dio, luego gané la contrarreloj de Zaragoza...
P. Algo que, supongo, le cambiará la vida. Aunque no gane la Vuelta, lo que parece imposible, usted es ya una figura del ciclismo.
R. Qué va, qué va. No he asimilado aún lo de ser figura. Intentaré seguir siendo el Isidro de siempre, seguiré trabajando para todos, seguiré siendo así.
P. Pero, de todas maneras, usted ya será el favorito de las carreras que dispute. Aunque no quiera, tendrá que cambiar.
R. Pero es que tampoco me veo para venir otro año a ganar la Vuelta. Si siguen en el equipo Beloki e Igor seguiré siendo el gregario de última hora, que es un puesto que me he ganado poco a poco, porque al principio no era más que el gregario de los primeros kilómetros, de empezar a tirar del carro enseguida. Y si me llevan al Tour, una carrera en la que sé andar bien, en vez de arrancar en los primeros puertos me esperaré al final. Esta Vuelta no ha sido más que tres semanas mágicas, en las que todo me ha salido perfecto y he aprovechado mi oportunidad. Y luego dicen que Manolo Saiz no da oportunidades en el equipo.
P. Los dos últimos ganadores de la Vuelta, Casero y Aitor González, han decepcionado a la afición los años posteriores a su victoria, no han estado a la altura de las circunstancias. ¿Teme que le pase lo mismo?
R. Pero para evitar eso me ayuda la familia, mi padre, mi padre, mi novia. No me agobian, no me presionan. Me dicen que tranquilo, que lo que tenga que ser será. No me están todo el día diciendo que tengo que ganar la Vuelta y eso.
P. O sea, que seguirá siendo usted el tipo sencillo y sin remordimientos que se queda dormido como una roca nada más meterse en la cama después de cada etapa, pase lo que pase.
R. Yo soy sencillo y lo que peor llevo es la prensa. No me gusta que me llamen tanto, por lo que sólo descuelgo el móvil cuando me llama un amigo, ni que me animen. Aunque me han concienciado que este agobio forma parte de este mundo, lo sufro mucho y a veces me digo 'a ver si me olvidan y me dejan en paz'. El día de descanso en Valencia no pude ni echarme la siesta, no me dejaron tranquilo. Pero luego, aunque me acuesto tarde, a los 10 minutos me quedo dormido.
P. El futuro de su equipo, el ONCE-Eroski, está en el aire. ¿Está buscando nuevo equipo o esperará a ver si Manolo Saiz encuentra otro patrocinador?
R. Voy a esperar a Manolo hasta el último momento. Lo voy a dejar todo en sus manos y si no saca equipo, lo que me busque él será lo más oportuno. Y no me preocupo más del asunto.
P. Sin embargo, dicen que mediado el Tour pasado, se veía tan mal que pensó hasta en dejar la bicicleta.
R. Es que no podía ni levantarme de la cama. Y luego, en el pelotón, iba siempre el último, pegado al coche rojo del director de carrera, y no podía ni remontar hasta la mitad del pelotón. Y dije: 'lo mando todo a tomar por saco. Total, ya he tenido mi época en el ciclismo'. Quizás el problema era que el año anterior había andado muy bien en el Tour y no entendía que no fuera bien el año siguiente. Pero un día me llamó Manolo a su habitación y me dijo que tranquilo, que mucha gente del equipo no anda nada en el Tour pero que en la Vuelta se sale; me dijo eso, pero yo no le quería creer. Pero luego vi que el cuerpo se transforma. El verano me cuidé, perdí peso, me perdí del mundo ciclista, me fui con mi novia a Lugo, a Asturias y sólo me llamaba Manolo. Estuve con la gente a la que quiero. Yo no necesitaba altitud para preparar la Vuelta, sólo cariño.
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