La base para la integración
Un curso imparte a profesores, trabajadores de ONG y estudiantes técnicas específicas para enseñar español a inmigrantes
Cómo comprar el pan, situarse en la ciudad o rellenar un papel de la policía. Enseñar conocimientos muy funcionales, que sirvan para mañana mismo, no para dentro de tres meses. Éste es uno de los trucos que han aprendido los 40 asistentes al curso de enseñanza de español a inmigrantes -uno de los primeros enfocado a este colectivo en España-, impartido en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander. "La lengua es la puerta de la integración", afirma Domingo Sánchez-Mesa, director de los cursos de español para extranjeros.
En 2010 habrá en España al menos cuatro millones de extranjeros, el doble que ahora, según un estudio reciente del Instituto Nacional de Estadística. Este panorama que se avecina es ya una realidad para numerosos docentes, que se ven desbordados no sólo en colegios, sino también en escuelas de adultos, ONG o casas de acogida. Pese a ello, los planes de estudio de carreras como Magisterio o Filología no contemplan la didáctica de español a inmigrantes, algo que debería ser obligatorio, según participantes en este curso.
"Muchas veces hay más buena voluntad que formación específica", reconoce Teresa Sánchez, de 43 años, jefa de estudios de secundaria en un colegio concertado en Corrales de Buelna (Cantabria). "Desde el año pasado tenemos varios alumnos marroquíes y rumanos en primaria y secundaria", cuenta esta asistente al curso. De forma intuitiva, les integraron en "los mejores grupos", dentro de las clases que les correspondían por su edad, "para que los otros niños les sirvieran de apoyo".
Aun sin saber nada de español al llegar, los niños y adolescentes "en cuatro meses pueden hablar; leer y escribir depende mucho de si estaban alfabetizados en su país", explica Teresa, que reconoce que "hasta que no dominan el idioma tienen muchos problemas en las demás asignaturas". Pese a que el ritmo sea más lento, las clases no se resienten, siempre y cuando "no existan problemas de disciplina", opina.
Muchos otros asistentes al seminario -profesores, voluntarios y trabajadores de ONG o estudiantes- habían tratado de paliar su carencia formativa mediante cursos de enseñanza de español para extranjeros. "En realidad, las técnicas son las mismas, pero hay que adaptarse a quien tienes delante; no es lo mismo enseñar a un holandés que viene a aprender español y a hacer turismo que a un marroquí que se acaba de bajar de una patera", explica Guadalupe Ruiz, profesora de la Universidad de Granada y coordinadora del curso. "La situación de marginalidad influye", añade.
Un trabajo agradecido
María Jesús Palacios, de 46 años, lo vive a diario en un centro de adultos de San Sebastián, al que hace cuatro años empezaron a acudir inmigrantes. "Muchos eran reacios al principio, porque no tenían papeles y pensaban que les íbamos a controlar", relata. María Jesús trata de enseñar los rudimentos "que les sirvan en la calle". "Al final se convierte también en una labor asistencial, les acabas acompañando porque no saben dónde dormir o cómo hacer los papeles", dice. "Es un trabajo muy arduo, pero muy agradecido".
Los problemas que describe esta educadora son habituales en la enseñanza a inmigrantes: alumnos muy heterogéneos, tanto por nacionalidad -"puedes tener 14 alumnos de siete países distintos"- como por nivel de estudios -alfabetizados o no- en una misma aula, sin separación por niveles, por la falta de medios. Tampoco existe un material didáctico adecuado, y además, "al tener diferentes referentes culturales, el material que te sirve para un marroquí no te sirve para un ucraniano". A lo que se suma la falta de continuidad en la asistencia, por la necesidad de buscar un trabajo.
En el caso de las alumnas de Gema Martín, de 33 años, los problemas se agravan al tratarse de mujeres maltratadas. Gema da clases en una casa de acogida en Alicante, en la que el 90% de las víctimas de maltrato son inmigrantes, sobre todo rusas y rumanas. "Son más retraídas, cuesta mucho que participen, y hay que recuperar primero su autoestima", explica esta educadora.
Para entenderse con ellas, y dejarlas "con un vocabulario básico para que puedan acceder a cursos del Inem o de alguna asociación", usa sobre todo la "creatividad". Mímica, intentar empatizar mostrando interés por su cultura, crear un diálogo a través de alguna compañera que lleve más tiempo en el centro... "Están muy motivadas, la mayoría tienen hijos, y saben que tienen que aprender para poder quedarse en España y acceder a otras cosas", dice Gema.
Pero no todos los asistentes del curso han tenido ya experiencia docente. La creciente afluencia de inmigrantes a las aulas se perfila como una nueva salida laboral, en el caso de Pedro Cortés, de 24 años, y Miguel Abín, de 25, estudiantes de Filología Hispánica. "Es una realidad que ves crecer todos los días, y una posibilidad nueva, que enriquece a nivel personal, profesional y cultural", concluye Miguel.
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