Fábulas italianas
Cuarto triunfo de Petacchi, quien se encara con un gregario al que acusa de intentar frenarle
Nada más ganar el sprint de Valdepeñas a tal velocidad que no pudo frenarse hasta 200 metros cruzada la meta, Alessandro Petacchi regresaba hacia el podio cuando avistó a una decena de metros a Guido Trenti, su compañero y lanzador. Su cara, aún congestionada por el esfuerzo, se encendió todavía más según se acercaba. Evidentemente no estaba feliz. Evidentemente no se iba a acercar a felicitar a su compañero pese a que había ganado su cuarta etapa en la Vuelta 2003. Más bien, todo lo contrario. "¡Bastardo!", le gritó cuando estaba seguro de que le oiría. "¡Eres un bastardo!" Atónito, el mundo se paralizó a su alrededor. Atónito, un conejito asustado, Guido Trenti, un veterano de 30 años que ya ganó una etapa en la Vuelta -Guadalajara 2001-, intentó defenderse. "Escucha, Alessandro", balbuceó, pálido como la muerte -lo que no le resultó muy difícil, pues es rubio clarísimo-. "Escucha, escucha, yo ya no podía más e intenté abrirme por la derecha, pero no pude colocarme, no había hueco, así que me crucé hacia la izquierda, pero no quise cortarte, lo siento. Fue sin querer". Y Trenti, temeroso, acompañaba sus palabras de gestos de apaciguamiento mal recibidos. Y también intentó besar a Petacchi, su jefe, en el cuello, pero Petacchi, el mejor sprinter del mundo, se apartó. "¡Qué extraño!", dijo Chechu Rubiera, que pasaba por allí. "Qué raro que Petacchi se agarre esos rebotes, si es uno de los corredores más educados y suaves del pelotón. Siempre pide permiso y siempre da las gracias. No se parece nada a Cipollini y Zabel, que son otra historia". "Pero no, escucha", explicó otro ciclista italiano. "Aquí todo el mundo sospecha de todo el mundo. Aquí, a finales de temporada, nadie se fía, y menos después de lo de Lombardi en Sabadell, que pareció que trabajó para Petacchi, que no es de su equipo, en vez de para sí mismo, con lo que el patrón de su equipo, el Domina Vacanze, estuvo a punto de despedirlo. Así que nadie sabe si su compañero trabaja para su equipo actual o para su equipo futuro o para el equipo de su rival, y Petacchi pensó que, en realidad, el rápido Trenti trabajaba para Lombardi, al mismo tiempo que otros tantos pensaban que en realidad Lombardi trabajaba para Zabel, que había sido su compañero de equipo hace dos años, y no olvidemos que Lombardi y Trenti compartieron equipo el año pasado, y..." Uff, qué jaleo.
Pese al enredo de traiciones, celos, envidias y confabulaciones, Petacchi, el imbatible, volvió a superar a Zabel, que sólo fue tercero, y volvió a sorprender al respetable. Sus seis etapas en el Giro, las cuatro del Tour y las cuatro, por ahora, de la Vuelta, han salvado, definitivamente, la temporada de su equipo, el Fassa Bortolo, que, sin embargo, había intentado esta temporada un giro copernicano en su tradición contratando al ganador de la pasada Vuelta, y potencial ganador de futuros Giros y Tours, Aitor González, quien ayer se retiró. "Me duele la garganta y no trago bien y apenas puedo dormir", dijo con voz doliente, desde el coche del abandono, el dorsal número 1 de la Vuelta. Como el ganador de la Vuelta 2001, el valenciano Casero, otro que al cambiar de equipo, de país, de médico y de métodos de entrenamiento, cuando se entrenaba, se convirtió en un corredor vulgar -Casero había abandonado la Vuelta antes de la contrarreloj de Albacete alegando una bronquitis-, Aitor González lleva cumplida una temporada más bien lánguida, punteada por un triunfo sorpresa en una semiclásica en marzo, una contrarreloj victoriosa en un frustrante Giro y una retirada triste en el Tour, tras la cual pidió perdón por sus pecados y prometió que la Vuelta sería su reafirmación definitiva. Su director, el viejo Ferretti, antes de concederle la oportunidad de la Vuelta le había avisado de que con él no se jugaba.
Casero y Aitor manejan el mismo morfotipo, las mismas características como corredores, que Isidro Nozal, el clásico contrarrelojista que avasalla en el llano y se defiende en la montaña, el tipo de corredor que, se supone, volverá a ganar la Vuelta, aunque también se supone que Nozal no tendrá que emigrar y continuará muchos años más en el mismo entorno, con los mismos entrenamientos, el mismo médico y el mismo director que el han convertido en la gran revelación.
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