Cumbre tardía del medio siglo
Más de un lustro después de la muerte del valenciano César Simón, se publica Palabras en la cumbre, una selección de poco más de sesenta poemas que hablan de una obra heterodoxa, extraña a la estética dominante en la generación de los cincuenta.
Nacido en 1932, el mismo año que Francisco Brines, un año después que Antonio Gamoneda, dos y siete años antes que Claudio Rodríguez y Carlos Sahagún respectivamente, César Simón ha sido estudiado y asumido críticamente como un tardío miembro de la generación del medio siglo. Discutible inserción. Aunque desde el punto de vista biológico la adscripción parece clara (el grueso de sus integrantes nacen entre 1926 y 1934), desde el punto de vista literario no lo es tanto. Por la sencilla razón de que su primera obra, Erosión, aparece en 1971, casi al tiempo en que aparecen las obras más significativas de la generación novísima y 12 años después de la aparición de Profecías del agua (1958), primer libro de Sahagún, el más joven miembro del grupo que integra la ya canónica antología de García Hortelano. Estamos, por tanto, ante un poeta de publicación muy tardía -cuando aparece su primer poemario está a punto de cumplir cuarenta años-, generacionalmente desubicado y estéticamente atípico respecto a las corrientes dominantes de la época. Palabras en la cumbre es una breve antología (precedida por un breve y ajustado prólogo de Claudia Simón Aura) de una obra breve, compuesta de ocho libros intensos, poco asimilables a las estéticas más conocidas del medio siglo y con ciertos parentescos con poéticas no centrales de esa generación: cierto Ángel Crespo -el más apegado a la tierra, el más telúrico-, el Brines menos figurativo, la isla ético-estética que constituyó Gil Albert, el más despojado Juan Ramón, la onda expansiva de algunos expresionistas alemanes (Trakl sobre todo). En toda la poesía de César Simón respira la tierra como lugar de la memoria, también como centro originario de la búsqueda del conocimiento. Ese valor que Simón otorga a la tierra tiene, también, algo de celebración, de asimilación y procesamiento de la realidad a través de un tamiz hecho de las pulsiones más íntimas del ser humano, de las obsesiones más radicales (de raíz) del poeta como parte del mundo. La luz, los espacios abiertos, la noche, el viento, la naturaleza fundida con el recuerdo de espacios rurales originarios forman parte de un universo en el que hasta el erotismo tiene algo de telúrico, de prolongación e intensificación de los objetos que la mirada descubre y la memoria rescata (una silla, viejos muebles, un patio interior, la casa, una fotografía). No es una poesía fría, distante, emocionalmente neutra. Por el contrario, Simón concilia en su lenguaje una economía de recursos próxima a la sequedad con una especial capacidad para dotar a éstos de significados nuevos, de sentidos inesperados, extraños casi, de una emoción que opera a partir de la palabra para colarse en el misterio de la vida (y de la muerte): "Y qué fulgor, y qué hueco del mundo. / Y qué quietud de estatua de sal. /La noche ya es de acero para siempre. / Frío cárdeno, el aire".
PALABRAS EN LA CUMBRE. Antología 1971-1997
César Simón
Institució Alfons el Magnànim. Valencia, 2003
130 páginas. 8 euros
Palabras en la cumbre es, además de una muestra magnífica de la obra de César Simón (aunque se eche en falta una nota explicativa sobre el criterio que ha informado la selección), una invitación a conocerla con más detalle, a abrir la puerta que conduce, sin remedio, a la integridad de sus libros, a su poesía completa, todavía ausente de los anaqueles de las librerías. Por cierto: ¿hasta cuándo?
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