Abismos y razones poéticas
A partir del encuentro de un fotógrafo y una loca en el México gobernado por Porfirio Díaz surge la bella novela de Cristina Rivera Garza, 'Nadie me verá llorar'
La escritora mexicana Cristina Rivera Garza (1964) es poeta, novelista e historiadora. Estas tres condiciones se hacen notar en Nadie me verá llorar, aunque de tal manera que al final, sin menosprecio de las otras dos, sobresale la de novelista. Resulta curioso que al final del libro, donde se consignan algunos datos bibliográficos, la autora se refiera a su libro como "este trabajo", como si en lugar de una obra de ficción se estuviese refiriendo a una tesis doctoral. Lo cierto es que su novela, que es ficción pura, se alimenta de un contexto histórico. Se abre alrededor de 1885, año de nacimiento de uno de sus protagonistas, y se cierra más o menos en torno a 1932, dos años antes del Gobierno de Lázaro Cárdenas. En términos históricos, esta novela tiene como telón de fondo el Gobierno autoritario de Porfirio Díaz, el desarrollo industrial y agrícola del país contrastado con una rigidez de la estructura social que en su desfase producen las primeras huelgas y enfrentamientos. Vendrá la Revolución y junto a ella la esperanza de una sociedad más justa. El resultado ya lo conocen los lectores. Sobre esta materia se escribieron en México novelas insuperables: desde Las afueras, de Mariano Azuela, hasta La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. Además de los conocimientos históricos, la autora suma sus conocimientos sociológicos y antropológicos y sus trabajos de investigación sobre la prostitución y los crímenes sexuales en México. Ahora bien, toda esta formación e información Cristina Rivera Garza las plasma en su novela con un criterio rigurosamente poético, en tanto metáfora de una situación social e histórica de México. Rango novelístico, el libro siempre lo tiene. Su vínculo con lo real, con lo que documentalmente ocurrió nunca subordina una de las funciones de toda verdadera invención: la representación de ese dolor incurable que es el desencuentro de los hombres con su historia.
NADIE ME VERÁ LLORAR
Cristina Rivera Garza
Tusquets. Barcelona, 2003
254 páginas. 22,34 euros
Un fotógrafo morfinómano
de prostíbulos y manicomios, Joaquín Buitrago, un día se encuentra con una loca, Matilda Burgos. Se entabla un diálogo cuya pulpa es la novela que leemos. Dos preguntas desencadenan la historia: ¿cómo se llega a ser un fotógrafo de locos? y ¿cómo se llega a ser una loca? El fotógrafo necesita saber y la loca necesita salir de su insondable silencio. El gran mérito de Cristina Rivera Garza estriba en haber urdido dos historias humanas tan sintomáticas de una estructura social terriblemente injusta (situadas en una época, según la narración nos enseña, en que una pastilla de jabón le cuesta a un trabajador la tercera parte de su miserable sueldo) y a la vez haber creado dos personajes como salidos triunfantes de un folletín, de una novela naturalista y de un poema que seguramente Baudelaire no hubiera despreciado. Y otro mérito más, que no menor que los otros que tanto contiene esta bella novela: cuánto hubiera envidiado Marcel Schwob a esta Matilda Burgos tan llena de abismos y razones poéticas.
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