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MÚSICA

La banda oriental de Jaime Roos

Figura central de la música popular uruguaya, el cantautor se acerca estos días a España para ofrecer seis actuaciones y presentar su disco 'Concierto aniversario', luminoso resumen, grabado en directo, de veinte años paseando por el mundo un repertorio de candombe-rock, murga-canción y otras especialidades rioplatenses.

Diego A. Manrique

Jorge Drexler, el susurrante cantautor uruguayo que reside en Madrid, se emociona al hablar de Jaime Roos: "Para hacerse una idea de su importancia, digamos que en el podio de la música popular de Uruguay están -en el orden que quieras- Carlos Gardel, Alfredo Zitarrosa y Roos". Lamentablemente, explica, no hay artista equivalente en España: "En términos brasileños, es el Chico Buarque uruguayo. Lo que hizo Buarque a partir del samba da rua, lo logró Jaime al aproximar el pop beatle a los grandes géneros populares uruguayos, el candombe negro y la murga blanca, de origen gaditano. Aunque lo suyo posee más ingredientes: están la milonga y el tango, que le han ayudado a popularizarse en Argentina. ¡Que no es pequeña hazaña para un uruguayo!".

Roos vino al mundo en Montevideo (1953), en un barrio empapado de candombe. Asegura que fue un correcto estudiante con pasión por la música beat... hasta 1974: con la mayoría de edad, dejó novia, familia y estudios, "la mejor decisión de mi vida". Se plantó en Madrid con un grupo de canto popular que se rompió al llegar. Aprendió a sobrevivir en Europa, mil oficios y triquiñuelas. Inventó mañas para robar comida en París, aprendió las reglas de la okupación en Amsterdam. Y vivió aventuras: recuerda tocar tango en un cabaret de Bagdad ante un público exclusivamente masculino. En 1982, ya con cuatro discos bajo su nombre, regresó a Montevideo. Aunque su música carecía de mensajes políticos directos, la cerril dictadura se apresuró a prohibir sus conciertos. Volvió a Amsterdam, donde había fundado una familia, y se le pudo escuchar cantando por las calles por la voluntad (y ejerciendo de pinche de cocina cuando el tiempo se volvía inclemente).

Una experiencia frecuente en la creación uruguaya. El pequeño país apenas da para mantener a sus músicos. El músico uruguayo, ambicioso -ahí están Drexler, Ruben Rada, los Fattoruso-, emigra por necesidad, aunque nunca renuncia a su identidad: la propia de un país orgulloso pero empequeñecido por sus gigantescos vecinos, Argentina y Brasil.

Uruguay presume de fuerte presencia cultural africana. Y eso les distingue de Argentina, te aclaran constantemente. Con o sin alevosía, los argentinos prescindieron de la población negra usándola como carne de cañón en sus guerras; los uruguayos terminaron reconociendo la aportación de la minoría -un 12%, entre negros y mulatos- como elemento esencial de su personalidad colectiva. Uruguayo era el tango, suspiran, y los astutos argentinos supieron nacionalizarlo; no dejemos que ocurra lo mismo con el candombe...

Retornando en 1984, Roos supo pulsar las cuerdas íntimas de sus compatriotas: el poso de las músicas carnavalescas, la pasión por el fútbol. Mediocampo se llamó su quinto disco ("me veía como un mediocampista, uniendo diferentes sectores del campo, en mi caso musical"). No era Roos el primero en atisbar la posibilidad de integración de los coros de la murga o las cuerdas de tambores del candombe en esquemas de rock, pero sí desarrolló la fusión, arraigándola con letras que hablan de fútbol, amores, barrios, boliches.

Desde entonces, una producción tan afortunada como regular: prácticamente, un disco por año más colaboraciones con la tanguera Adriana Varela o trabajos para el cine. En 2002, no es asunto baladí, el himno de la selección uruguaya para el Mundial de Corea y Japón. El fútbol, clave útil para entender el país: aquel mito de que los uruguayos aceptaban jugar con Brasil, conscientes de que sólo triunfarían en un partido de cada cien; cuando ganaban, el arrepentimiento al ver el desconsuelo brasileño, "si lo llegamos a saber...".

Piensan los montevideanos que el carácter nacional se forjó en la derrota, en la desdicha de las turbulencias institucionales. Las acciones de los Tupamaros desencadenaron, a partir de 1973, el más represivo de los gobiernos militares: proporcionalmente, ninguna nación del mundo tuvo tantos presos políticos como Uruguay. Una sociedad tan traumatizada necesita sanadores y Jaime Roos cumplió esa función.

Roos lo logró sin renunciar a una postura de rockero ("rockero implícito", como le gusta definirse) y sin encajonamientos estéticos. Puede colaborar con grupos de rock -La Chilinga, Man Ray- pero también con damas tipo Mercedes Sosa, Adriana Varela. Cuidadoso en sus producciones, mantiene igualmente un alto nivel escénico: a España se desplaza con Contraseña, una banda de 10 músicos (con Roos, hacen el 11 mágico). Se presenta el primer disco suyo que se edita aquí, Concierto aniversario, resultado de su ciclo de actuaciones en el teatro Solís, conmemoración de veinte años de grabaciones. Diecisiete canciones que ofrecen una aceptable panorámica de su creatividad, "aunque los uruguayos puedan echar de menos media docena de éxitos".

Jorge Drexler sugiere imaginar a Roos como un puente: "Un puente entre lo blanco y lo negro, entre lo popular y lo culto, entre el folclore y el rock, entre Uruguay y el mundo". Y vuelve a intentar encontrar un símil comprensible para los españoles: "Sería como la versión rioplatense de Kiko Veneno o Enrique Morente. Pero con la popularidad de un Joan Manuel Serrat. O un Carlos Cano rockero. No, la verdad es que Jaime es único".

Concierto aniversario ha sido publicado por Galileo. Jaime Roos y Contraseña actúan en Barcelona (25 de septiembre), Vic (26), Palma de Mallorca (27), Madrid (29 y 30) y Tenerife (2 de octubre).

El cantautor uruguayo Jaime Roos.
El cantautor uruguayo Jaime Roos.

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