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CIENCIA FICCIÓN

Máquinas del futuro para el juicio final (y II)

"EL ATAQUE EMPEZÓ A LAS 18.18, tal como él había dicho. El Día del Juicio. El día que la raza humana quedó prácticamente destruida por las armas que había fabricado para protegerse. Debí darme cuenta de que nuestro destino no fue nunca evitar el Día del Juicio. Era simplemente sobrevivir a él. Juntos. El terminator lo sabía... intentó decírnoslo. Pero yo no quise escucharle. Puede que el futuro ya esté escrito. No lo sé. Sólo sé lo que el terminator me enseñó: nunca dejes de luchar, y nunca lo haré. La batalla no ha hecho más que empezar...". Toda una declaración de intenciones de John Connor, ya líder de la resistencia humana, ante la rebelión de la máquinas, incluidos sistemas militares de defensa, teléfonos móviles y lectores de códigos de barras. ¿Se imaginan una cosa así? Se trata del filme Terminator 3, que, como se ve, augura posibles secuelas.

Como comentábamos la semana pasada, la perfeccionada terminatrix, diseñada para eliminar a John, es un prodigio tecnológico, aunque parece que su punto vulnerable es la exposición a campos magnéticos elevados. Afectada por la presencia de un intenso campo magnético originado en un acelerador de partículas, comprueba asombrada cómo el armamento que lleva incorporado deja de funcionar. Y no sólo eso, ella misma es atraída por la fuerza magnética y aplastada contra la superficie del dispositivo.

El material de su envoltura exterior empieza entonces a fluir y el sofisticado organismo cibernético pierde consistencia. Según parece, este material se comporta ante un campo magnético intenso como un material con memoria que tiende a recuperar su estado original. Esto no es lo más asombroso: en un desesperado intento por liberarse, la terminatrix convierte una de sus extremidades en una potente sierra rotatoria. Con ella corta la superficie del acelerador e interrumpe el campo magnético liberándose de la mortal trampa. ¿Es posible?

Los aceleradores de partículas son aparatos que vienen empleándose desde la década de 1930 para acelerar iones y partículas subatómicas cargadas eléctricamente con el fin de causar colisiones entre ellas y estudiar así la estructura atómica.

Las partículas circulan a grandes velocidades por un anillo de hasta decenas de kilómetros de diámetro rodeado de imanes. La aceleración de las mismas se logra sometiéndolas a la acción de campos eléctricos y magnéticos de cerca de 10 Tesla (más de 100.000 veces el campo magnético de la Tierra), creados por electroimanes. Éstos son alimentados por corrientes eléctricas de miles de amperios que circulan por hilos de cobre o superconductores. Cortar algunos de estos hilos con una sierra mecánica interrumpiría el paso de corriente eléctrica y, por tanto, suprimiría el campo magnético generado por el electroimán. Pero ¡a qué precio! Verse expuesto al paso de una intensa corriente eléctrica. Además, con esta acción, sólo se eliminaría uno de los imanes dispuestos alrededor del anillo acelerador y no los campos magnéticos generados por el resto.

Así, a buen seguro, la terminatrix, aparte de chamuscarse (efecto Joule por el paso de corriente eléctrica), seguiría con el mismo problema. Más le valdría al trío Arnold-T850, John y Kate Brewster dejar a un lado las armas convencionales (ametralladoras de mano y fusiles para balas de gran calibre) y procurarse un potente imán para enfrentarse con garantías de éxito a su casi invulnerable rival.

El helicóptero en el que John y Kate escapan vuela, en palabras de Kate, a "una velocidad máxima de 160 kilómetros". Se sobreentiende por hora. Otro error, esta vez de continuidad de la escena: nuestros fugitivos se encuentran a 84 kilómetros del refugio al que se dirigen. Por tanto, tardarían aproximadamente una media hora en llegar. Esto es cine y los protagonistas llegan instantes después de pronunciada la frase.

Al seguidor no se le escaparán incongruencias menores. Por ejemplo, si se sigue estrictamente la cronología de la serie, John nació en 1985 y tenía 10 años cuando acontecieron los hechos narrados en Terminator 2 (año 1995), no 13 como se menciona en la nueva entrega. En la lápida de Sarah Connor, su madre, aparece anotado el año 1959 como el de su nacimiento. Sin embargo, el doctor que la trata en el hospital psiquiátrico donde se halla internada, menciona que su edad es de 29 años. Luego debería haber nacido en 1966. Bagatelas si se compara con la paradoja que arrastra la saga: ¿Si Connor existe en el futuro, cómo puede ser eliminado del pasado?

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