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Entrevista:JUSTO NIETO | Rector de la Universidad Politécnica de Valencia

"Soy un ácrata condenado a ser un hombre de orden"

Miquel Alberola

Pregunta. La última vez fue elegido rector por sólo dos votos de diferencia. ¿Eso ha complicado su mandato?

Respuesta. Al contrario: lo ha hecho más fructífero. Quizá porque al partir con esa precariedad se salió con más fuerza en el proyecto.

P. ¿En ese resultado tan ajustado no había ningún mensaje?

R. Había un mensaje múltiple. Detrás había muchas cosas, como el típico cansancio de la gente que valora que llevas mucho tiempo. Después había colectivos, como el de los alumnos de Entesa, cuyas razones eran ideológicas, porque el modelo de sociedad y universidad que representaba no era el suyo. Había el lógico y legítimo planteamiento de aquellos que tienen derecho a ser rector, que son muchos en esta universidad... Todo eso se junta. Pero también hay el mensaje de apoyo. De todos los mensajes el que más me impacta es que vota todo el mundo las dos veces. No hay nadie que se sienta ajeno. Y puestos a sacar conclusiones, no había tanta diferencia en los modelos de mucha de la gente que se presentaba.

"Si mañana me presentara a rector y no saliera, no descartaría volver a ser pastor"
"Mi problema es como el de Induráin en el Tour, que fastidió a cinco generaciones"
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P. ¿De qué se trataba?

R. Quizá del estilo. Ahí es donde más diferencia había. Yo soy un hombre muy de riesgo por convicción. Sólo se progresa si arriesgas. Me gusta arriesgar. No decir que no a ninguna idea ni a ningún proyecto. Y no sólo apoyo una iniciativa, sino que la amplío. Pero en ningún caso estaba en juego que se llevara a la universidad por derroteros equivocados. Mi problema es como el de Induráin en el Tour, que fastidió a cinco generaciones de ciclistas. ¿Hay que ir al director del Tour a pedirle que Armstrong no se presente a la sexta? Si el ring te da un cetro, lo tienes que perder en el ring. Lo que te da un escenario, tienes que perderlo en un escenario. La ventaja de retirarse vencido es que te puedes permitir el lujo de hacer un balance algo así como ni me debéis ni os debo. Y si tienes ideas y apoyo, es democrático y legítimo luchar y que la vida decida.

P. Volverá a presentarse.

R. Dentro de unos meses empezarán los debates al respecto. Yo me conozco y sé dónde estaré, y mi espacio de operaciones será de legitimidad democrática, de riesgo y de progreso. Y no debo decir más porque hay que ser respetuoso con las instituciones y no hacer ruido innecesario.

P. Ya hay ruido.

R. Eso puede ser porque los que lo hacen se pueden permitir estar relajados, ya que hay un rector que gobierna. Yo no me puedo permitir ese lujo: tengo que gobernar. Nunca como ahora las universidades han estado ante una avalancha de decretos y de retos. Hay que trabajar.

P. Se dice que usted es el último baluarte por caer para que se cierre la transición en Valencia.

R. No soy un personaje de transición, sino de reto y de respeto. No me interesa nada que huela a oportunismo ni a política, y me interesa lo universitario. Me veo como una persona de innovación y de futuro. No me interesa ya casi el presente, y, por supuesto, menos el pasado.

P. ¿Quién ha cambiado más en estos años la UPV o usted?

R. Soy una persona que cambia mucho porque procuro colaborar con lo inevitable. Mi estilo de siempre ha sido no enfrentarme con murallas. Prefiero dialogar, bypassar, esperar... cualquier cosa antes que el enfrentamiento cainita. Soy una persona adaptativa e intento sacar partido de las cosas, comprenderlas... Diseñar escenarios razonables y nada utópicos. Y si tengo que corregir, corrijo. Sí sé que la universidad tiene mucho de mí, y yo mucho de la universidad. A esta universidad casi todo lo que le ha ocurrido ha sido siendo yo rector. La acogí con 8.000 alumnos, con 400 profesores y un convenio al mes con empresas, y hoy estamos con 35.000 alumnos de grado, otros tanto de postgrado y con dos convenios a la hora. Tenemos fuera de España cinco centros y hacemos tantos doctores y damos tantos cursos solos como el resto de la universidad española junta. El primer tic que tuve que vencer fue la actitud de no crecer, y si no hubiésemos crecido hoy seríamos una universidad de gente mayor, muerta.

P. ¿La Universitat de València y la Politécnica son sólo dos universidades distintas o dos mundos distintos?

R. Son dos maravillosas realidades. El problema es que han faltado en ambos sitios batutas adecuadas para sacar el partido a las posibilidades de una y de otra. En el pasado, por razones de tipo ideológico, no había buena sintonía con los rectores. Y por razones

probablemente comprensibles para unos y para otros. Por ejemplo, el campus de la Universidad de Valencia de aquí al lado es una inconveniencia para el desarrollo de la Politécnica, aparte de un despropósito, porque poner 60.000 alumnos en medio kilómetro cuadrado no se le ocurre a nadie. Es un torpedo en la línea de crecimiento de esta universidad. No es un gesto de amistad ni colaboración. Pero afortunadamente ya es historia. Ahora hay un rector con el que tenemos proyectos de facultades comunes. Para nosotros es una necesidad. Soy consciente de la dureza de la herramienta de la tecnología y eso exige un cambio muy dinámico. Vamos a una sociedad donde valdrá el valor añadido y el pensamiento, y mi universidad tiene que incorporar elementos humanistas y de relación personal. Eso nos lo puede dar la otra universidad. Yo necesito de la Universidad de Valencia como el comer.

P. Da la impresión que usted no ha sido una persona fácil para los gobiernos, aunque también parece que tiene mejor relación con el poder en el PP que los otros rectores.

R. No es así. Esto es un instrumento al servicio de toda la sociedad, y lo que menos desean los padres que mandan a sus hijos es que se les dé una formación politizada o se les ponga al servicio de una causa. Me parece inmoral. Permítame un paréntesis: todavía es más inmoral cuando esa politización ni siquiera está dentro del arco parlamentario. Yo siempre he tenido la convicción de colaborar con el gobierno de turno y de llevarme bien con la oposición. Me llevo muy bien con gente del PSOE, por ejemplo Joan Romero, que fue un gran conseller y que a nosotros nos cambió nuestro destino como universidad con su modelo de financiación, que el PP ha mantenido afortunadamente. ¿Por qué soy incómodo? Porque soy así. No sólo en la condición de rector, que debe de ser libre e independiente, sino incluso en lo personal. Soy un ácrata condenado a ser un hombre de orden. Soy incómodo porque no soy fiable para los partidos.

P. ¿La política no le tentó nunca? ¿O ser rector era el mejor modo de hacer política sin el desgaste político?

R. Puede que eso último también tenga que ver. Parece que cuando uno sale en la foto su destino final tenga que ser la política. Si uno de estos partidos mayoritarios me hubiesen pedido en el momento adecuado ingresar en la política, seguramente no hubiera tenido opción de decir que no por solidaridad y compromiso con Valencia. Porque si no soy valenciano, no sé qué soy. Pero nunca se me ha hecho la oferta y no he podido ser político.

P. Sobre usted circula un perfil muy caricaturizado de hombre hecho a sí mismo, paternalista y clientelar, y otro más poliédrico, de hombre más comprometido con la complejidad de la sociedad. ¿Se reconoce en ellos?

R. Me reconozco porque ni todo es cierto ni todo es falso. Que he trabajado mucho y he tenido dificultades hasta llegar aquí es verdad. El primer comedor que se compra en mi casa es con el sueldo que gano guardando cabras. He sido labrador, mecánico tornero, camionero... hasta que pude acabar la carrera y saqué la oposición de adjunto en la Escuela de Peritos. Pero todo lo que he sido se lo debo a mucha gente que me he encontrado en el camino, aunque es verdad que yo he echado el resto en el asador. ¿Poliédrico? Porque me gusta. Me encanta provocar y moverme en escenarios que no son habituales. Me gusta salir en la cordà de Paterna o ser mantenedor de la fallera mayor de Valencia, o salir en los moros de Alcoy... Son escenarios de la vida real y me interesa la vida real. Y no olvidar los orígenes. Si mañana me presentara a rector y no saliera, no descartaría volver a ser pastor. No me importaría volver a los orígenes sin dejar huella.

P. Ya casi no se acordará de su especialidad con tantos años dedicados al rectorado.

R. También es un tópico. Cuando cogí el rectorado hace casi 20 años tenía teoremas originales y los primeros libros en España en mi campo, el del análisis y síntesis de mecanismos, son de un servidor. Tengo un historial científico interesante, pero cuando cogí el rectorado hice una raya y lo cerré deliberadamente. No podía estar aquí a ratos libres. Desde entonces no me erotizó ni dirigir una tesis en ese ámbito. Me interesó todo lo que he elaborado después, una especie de doctrina de manejar ideas, por la convicción de que en el mundo de las ideas el cálculo es la justificación de la ignorancia. Me interesan las ideas que mueven el mundo. Doy muchas conferencias al año, y muchas fuera de España, que no son de ciencia reglar. Me interesa el manejo de entes de futuro, diseñar escenarios de futuro y empalmarlos con lo que está pasando. Me encuentro realizado con eso, y el día que deje el rectorado no volveré a hacer nada que huela a ciencia convencional.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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