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DON DE GENTES
Columna
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El plátano es sensacional

Elvira Lindo

ES QUE FUE MUY FUERTE, te lo juro. Cinco reportajes en los telediarios sobre el stress posvacacional. Salían unas personas humanas que decían que les daban así como unos sudores por todo el cuerpo nada más que de pensar en volver al trabajo y luego salían unos psicólogos que, por cierto, yo no los conocía y eso sí que es raro, porque, en lo tocante a la psicología, servidora ha pasado por mil manos (éste es el resultado). Pero a lo que iba, que salían unos psicólogos diciendo que llevaban 15 años estudiando dicho stress posvacacional y que podían concluir que, aunque dicho stress no producía la muerte en el 99,9% de los casos, jodía bastante a las personas, porque las personas, por lo general, no quieren trabajar. Perdonen que me ría, pero es que eso mismo se lo he oído yo a mi suegro desde hace la tira. Mi suegro no tiene título, pero es muy psicólogo, como yo digo. Mi suegro, desde que dejó el campo y se dedica a viajar con el Inserso y a arrasar en los bufetes de los hoteles, en cuanto que ve a alguien tumbao en una hamaca, dice: "A ese lo veía yo cavando en el campo". Tiene como fijación. Mi suegro piensa que sólo tienen derecho a tumbarse en las hamacas los que son del Inserso, y el resto, hala, a cavar en el campo, que es el único trabajo que a él le merece un respeto. Ya te digo. A su propio hijo, en cuanto que lo ve tumbao en el sofá con un libro, le dice: "A ti te quería ver yo cavando en el campo". Yo le intento convencer de que la lectura forma parte de nuestro arduo trabajo, pero esa tontería con mi suegro no cuela. Abro un paréntesis para decir que a mí me encanta que mi santo lea tumbao porque, dado el peso de los libros que levanta, tiene superejercitado el tren superior, y eso de cara a ciertas prácticas de orden íntimo mola bastante. Así que lo que yo digo: ¡que lea, que lea! Pero quería abundar en los 25 reportajes que le dedicaron al stress posvacacional: coño, me dolieron. Lleva una trabajando como una perra todo el verano (ya sé que no he estado cavando como le gustaría a mi suegro) y ahora resulta que voy a tener que sentir lástima de los que se han pasado todo el mes de agosto tocándose el higo, y perdónenme la expresión, pero es que estoy un poquito alterada. Hombre, por Dios.

Lo que yo digo, el que no quiera tener stress posvacacional, que trabaje en agosto, como hace una. Estuve hablando de este temita tan candente con mi Marisol Ndivo, la señora guineana que me cocina, que, por cierto, está empeñada en convertirnos a la dieta guineana, y llevamos lo que va de septiembre comiendo plátano en salsa de espinacas. Y lo que yo la digo: Marisol, a ver si nos entendemos, a todas las mujeres del Planeta el plátano se nos pone en el trasero (por favor, no hagan interpretaciones porno de esta frase), pero la diferencia estriba en que a las negras cuando engordan el culo se les empina hacia arriba desafiando las leyes de la gravedad y (sin encambio) a las blancas, ay, se nos desparrama para abajo. Pero a mi Marisol lo que les ocurra a las blancas como yo la importa un pimiento. Ella dice que una familia que no come plátanos no tiene alegría. A mi Marisol también la pregunté si ella no se sentía deprimida por volver al trabajo, y ella me dijo que la depresión en Guinea no existe porque no hay psiquiatras para diagnosticarla (sic) y que si uno está triste, pues se aguanta hasta que se le pasa, y dice mi Marisol que, por lo que tiene visto de España, en Móstoles tampoco existe stress posvacacional, que eso es más una enfermedad de Chamberí, Salamanca, o así. Mi Marisol no tendrá título, pero es muy socióloga, como yo digo. Luego llamé a mi amigo Javier Cámara, que anda de teatro en teatro, con Blanca Portillo y Gonzalo de Castro (que es mi ídolo), haciendo Como en las mejores familias y me dijo que había oído hablar del stress posvacacional en un telediario, pero que él hasta la presente no había tenido tiempo material ni para vacaciones ni para sus nefastas posconsecuencias porque se había pasado el verano actuando.

A esto hay que añadir lo que diría mi suegro: "A ti te quería ver yo cavando". Por cierto, lectorcillos, no se pierdan dicha función teatral; quítense por un día de gastarse en bares y en drogas, y vayan a verla. Yo la vi y es una maravilla. A mi amiga Empar Moliner, en cambio, no le pregunté por el stress posvacacional porque esa es otra perraca que no ha parado de currar en todo el verano. Para empezar, ha escrito esta columna todos los domingos, aunque mi suegro diría: "Ya, ya, a esa la querría ver yo cavando". Desde aquí te lo digo, Moliner: he dejado escrito en mi último testamento (los renuevo anualmente) que si alguna vez muero repentinamente, me sustituyas tú. No sólo como escritora, también como mujer de mi casa. Ya verás que tener un santo como el mío es un hiperchollo. Con este hombre, además de que te cocina muy caserito y muy rico, tienes la mitad de los artículos hechos, te da mucho temazo. Aparte de que ya verías cómo se le está poniendo a mi niño el tren superior de levantar un libraco llamado Gulag, que yo le dije la otra noche en un momento dado: parece mentira, amorcillo, que un libro que trata sobre la desgracia de millones de personas me esté proporcionando a mí tantas satisfacciones. Y él me replicó: "Como dicen en Sevilla, antes muerta que sencilla".

El actor Javier Cámara.
El actor Javier Cámara.BERNARDO PÉREZ

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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