Revancha siempre
Billete olímpico para Atenas, medalla de plata como mínimo, subida a los altares deportivos y el éxito con mayúsculas. Todo en 40 minutos. Semejante premio bastaría para suscitar la atención y contener el aliento. Pero es que delante está nada más y nada menos que Italia, enemigo público número uno de la historia del baloncesto español. Ninguna otra selección como la italiana alimenta y provoca los instintos más primarios de jugadores y aficionados. No es de extrañar, pues la rivalidad no tiene igual desde el origen de los tiempos.
Disueltas la URSS y Yugoslavia en mil y una selecciones, con Grecia como potencia desde hace relativamente poco, sólo italianos y españoles pueden ofrecer una historia de conflictos tan amplia en cantidad y duración, con un sin fin de enfrentamientos, victorias y derrotas, afrentas, robos más o menos descarados y polémicas de todo tipo. Un partido contra un equipo italiano invita siempre a la revancha de algo, como si estuviésemos dilucidando algún tipo de supremacía que no siempre tiene que ver con lo que esté en juego.
España e Italia juegan una Liga particular, un curioso y sempiterno toma y daca donde todo partido se convierte en una revancha. Una victoria ante Italia siempre tiene el sabor especial, y si es en una semifinal europea, mucho más. Si a alguno le pareció Israel un equipo tan duro y correoso como escaso de talento, que se preparen. Mientras España vive un momento brillante alrededor de un grupo joven, excitante y osado, Italia atraviesa un desierto de lejano final. Si cuando tuvieron en sus filas jugadores interesantes su filosofía resultadista los cortó buena parte de sus alas, ahora no tienen ni eso. Inherente a la filosofía deportiva que impregna el deporte italiano, no entienden de nada que no sea el resultado, convencidos que el fin justifica los medios, por feos y ruines con el espectáculo que sean. Aunque en ello les vaya el vaciamiento de los pabellones y la crisis económica.
Ahora bien, no se llega a una semifinal europea sin tener nada destacable. Pasado ya el trago con Israel, el trabado partido del jueves debe servir de perfecto entrenamiento para el de esta tarde. Italia es como los israelíes, pero con un gen ganador incorporado y con algo más de malicia. Van a jugar a 60 puntos, a parar el partido, a defender con el cuerpo, las manos y lo que haga falta, y por supuesto le dedicarán una especial atención a Pau Gasol. Nada nuevo, ni sorprendente. El objetivo de España ha de ser no ya imponer su ritmo, cosa ya bastante complicada, sino obligar a que Italia, al menos, presente algo más que una buena defensa y unos cuantos garrotazos para plantarse en la final. Así cayó Israel, que no tuvo ese valor añadido, y por ahí debe doblar la rodilla Italia. Que así sea.
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