Invención del fascismo
Mussolini no fue un líder carismático que creó conscientemente un régimen totalitario, sino alguien que aprovechó la inestabilidad de la Italia de entreguerras para consolidar el poder fascista. Ésta es la tesis defendida por Richard Bosworth en una nueva biografía del Duce.
En la última página de la novela El Gatopardo, el cuerpo disecado del perro Bendicò es arrojado a la basura. Es el emblema de la extinción de un mundo que Visconti no aceptó al plantear su película: la muerte biológica de las generaciones del Risorgimento no significaba el fin de un proceso histórico. Es algo que tal vez no ha tenido en cuenta Richard Bosworth al hacer arrancar su biografía de Mussolini del trágico final en que el fundador del fascismo es apresado y muerto por los partisanos en su huida. El capítulo se titula Mussolini y las furias, como si hubiera sido una fuerza del destino y no la propia dinámica de su régimen lo que llevó a la catástrofe. El legado del fascismo resulta de este modo infravalorado, tal y como corrobora el capítulo final sobre "el fantasma de Mussolini", en el cual junto a observaciones valiosas se dibuja una imagen trivializada y a todas luces insuficiente de la presencia del fascismo en la Italia democrática.
MUSSOLINI
Richard Bosworth.
Traducción de José Manuel Álvarez Flórez
Península. Barcelona, 2003
640 páginas. 29,50 euros
Bosworth no está de acuerdo con la presentación de Mussolini como un líder carismático que pone en pie un régimen totalitario de acuerdo con las propias ideas: "Mussolini, fuese lo que fuese, no era ningún Hitler impulsado por un credo". Más que creador consciente del totalitarismo, se habría visto arrastrado por una circunstancia histórica, incorporando a su política elementos tradicionales como el clientelismo y un evidente sentido táctico. En parte, el enfoque de Bosworth es justo y permite integrar en el estudio del ex socialista metido a dictador la pluralidad de demandas e influencias surgidas de la crisis italiana en la segunda década del siglo. De ahí que el capítulo más logrado sea precisamente el que sitúa la formación del fascismo en la encrucijada de la posguerra, entre la incapacidad de modernización del régimen, las presiones obreras y el sentimiento de inseguridad de una burguesía que cuenta con el apoyo inesperado del espíritu ex combatiente. Ahí entra en juego la personalidad de un hombre ambicioso que sabe poner su experiencia de líder de masas al servicio de la construcción de lo que Toglatti llamó "un régimen de masas reaccionario".
Lo que sucede es que probablemente, a diferencia de lo que Bosworth propone, las oscilaciones tácticas se deben a la novedad de la tarea y a las dificultades de ir vaciando de contenido un régimen, el liberal, desde su propio interior, como ha propuesto Emilio Gentile. Su destrucción desde el recurso sistemático a la violencia y desde la subversión del Estado de derecho requería algo más que una dictadura personal: la convergencia de un poder de vocación totalitaria, forja de una religión política de base nacionalista y populista, que encajase además con los intereses de las élites y la consiguiente consolidación del orden capitalista. Bosworth nos cuenta muy bien cómo las piezas del puzle van engarzando y cómo Mussolini "el hombre" se inserta en la construcción, hasta que la misma estalla por su propia dinámica expansiva hacia el exterior. En suma, una buena biografía cuya lectura no confirma la voluntad de dar vida a un "Mussolini, ese hombre" sustancialmente distinto del proporcionado por estudios anteriores.
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