"La sociedad blanca norteamericana ha intelectualizado el jazz"
Richard Bona es uno de los ejemplos que mejor ilustran los caminos de la creación musical en los inicios de este todavía enigmático siglo XXI: camerunés (nacido en Minta en 1967) educado en París y residente en el corazón de Nueva York desde 1995, arraigado como pocos a su tradición africana y puntal del jazz más contundente, bajista virtuoso y cantante en la línea de los más estremecedores falsetistas de su continente natal, compositor de jazz eléctrico y narrador de historias cercanas. Todo eso, y bastantes más cosas, quedan reflejadas en su nuevo disco: Munia (Universal) en el que colaboran músicos como Salif Keita o Kenny Garrett.
No debe ser fruto de la casualidad que la traducción del título de este cedé sea precisamente el cuento o la historia. "¡Nada casual!", exclama un sonriente Richard Bona. "Es el disco de un contador de historias. Quiero explicar lo que veo a mi alrededor y he insistido mucho para que el disco lleve las letras originales y traducidas para que la gente pueda cantarlas en su casa".
"En realidad soy un músico folk, ésa es mi cultura: me gusta que la gente baile y ría con mi música", dice. "Al descubrir el jazz me aparté de esa vía, pero cuando tuve la posibilidad de hacer mi primer disco [en 1999] reflexioné mucho sobre cuál era mi música y llegué a la conclusión de que mi música eran mis raíces". Un disco que sorprendió a propios y extraños precisamente por el tremendo contenido africano. "La gente veía al bajista de Zawinul o de Michael Brecker, olvidaban que era africano y cuando cantaba en mi lengua se preguntaban: ¿qué es esto? El mismo Branford Marsalis [entonces director musical de jazz en Sony] se sorprendió: ¿no tocas el bajo? No, toco la música que me gusta y tanto cabe el jazz como mis raíces africanas". La palabra world music aparece como por casualidad nada casual en la conversación. "¡Puaff!", exclama Bona con un signo de rechazo. "Las discográficas han inventado las categorías por razones comerciales, el sello que te pongan carece de importancia si tu música es buena".
Este verano, Richard Bona ha paseado las canciones de Munia por diversos festivales de jazz europeos. "No hay contradicción alguna. El jazz es una celebración. Cuando Ellington tocaba su música, la gente bailaba y no hace mucho de eso. Después algunos se han empeñado en intelectualizar el jazz, pero el jazz es una música para reír y bailar. En mi tierra la música siempre celebra alguna cosa, nadie toca por tocar". La pregunta es obvia: ¿quién se ha empeñado en intelectualizar el jazz y alejarlo de sus primigenias virtudes? Bona responde sin titubear: "La sociedad blanca norteamericana es la responsable, han apartado al jazz de sus orígenes para que no sea tan dañino para sus intereses. Por eso el pueblo negro ha buscado otras músicas para explayarse como el funk o el hip hop. Todo eso me hace huir de las etiquetas y querer tocar sólo mi música, explorar mis influencias y decir lo que veo. No nos engañemos, tocas la música como vives la vida".
Los textos de las nuevas canciones de Bona están plagados de referencias antibelicistas. "Es horrible que en el siglo XXI todavía el mundo se lance a una guerra", afirma cambiando su semblante alegre por una expresión bastante más dura. "Es incomprensible que los gobiernos no comprendan que una guerra nunca se gana. Dios nos ha dado la boca para hablar y todo puede solucionarse mediante la comunicación. Lo malo es comprobar que la gente no sabe hablar, no puede hablar. La música puede ayudar como elemento sensibilizador, pero también compruebas que mientras suena todos dicen que sí pero luego se olvidan. En otra canción lo digo: pase lo que pase, el mundo pertenecerá a los pacifistas, a la gente que no quiere pelearse. Estoy seguro".
La leyenda dice que Richard Bona era un joven músico de baile hasta que un día tuvo acceso a la discoteca de un amigo, eligió un disco al azar, lo puso y se enamoró de un bajista llamado Jaco Pastorius. "Es cierto, totalmente cierto. El primer tema de jazz que oí fue Portrait of Tracy [del disco Jaco] y lo primero que pensé fue que la velocidad del tocadiscos estaba equivocada. Ese amigo me prestó el disco y acabé por saberlo de memoria. Gracias a Jaco empecé a tocar jazz y a tocar el bajo". De las palabras de Bona se desprende que milita en las filas de los que ven un antes y un después de Jaco. "Él fue el que abrió la puerta y la gente empezó a ver la luz al otro lado. Todos los bajistas hemos seguido en esa dirección. El bajo todavía es un instrumento joven, no tiene la tradición del piano o del violín, todavía está evolucionando. Ahora yo toco un bajo de cinco cuerdas porque me acompaña mejor cuando canto, pero para el jazz cuatro cuerdas son más que suficientes. Otro punto es que cuando toco un bajo sin trastes sueno igual que Jaco, no puedo evitarlo, tuve que cambiar a otro instrumento para poder sonar como Richard Bona".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.