Pequeñas obras de un pintor grande
Una exposición en el Museo de América, de Madrid, presenta la colección de obras de Diego Rivera pertenecientes al Estado mexicano de Veracruz. Obras del muralista, en pequeño formato, en las que se ven interesantes muestras de su evolución, sobre todo la etapa cercana al cubismo durante su estancia en París.
La poderosa imagen que proyecta el arte mexicano contemporáneo está unida al muralismo, actividad plástica surgida después de la revolución de 1910, que se extenderá por México y, durante los años treinta, por Estados Unidos. Se trata de inmensas obras cargadas de fuerza expresiva y mensaje social que es narrado por medio de sólidas imágenes y apretadas composiciones, cuya potencialidad plástica reside en los grandes formatos que desbordan la mirada del espectador. Uno de estos grandes muralistas, junto a David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, fue Diego Rivera (Guanajuto, 1886-Ciudad de México, 1957), hombre compulsivo y contradictorio, pasional y polémico que se ha convertido en símbolo de una generación de artistas defensores de la cultura popular mexicana y comprometidos con temas sociales.
DIEGO RIVERA
Museo de América
Avenida de los Reyes Católicos, 6 Madrid
Hasta el 19 de octubre
La exposición que se presenta en Madrid sobre él no responde, sin embargo, a ninguno de estos grandes temas, se trata de la colección de cuadros de Rivera que posee el Estado de Veracruz. Un breve pero interesante conjunto de obras de pequeño formato. El interés reside en la inesperada rareza de los cuadros, a través de los que se muestra su periodo de formación. La exposición comienza con un sólido retrato de su madre y unos paisajes de corte impresionista y naturalista, pintados cuando cuenta entre 18 y 20 años, y sigue por unos bodegones cezannianos y, lo más interesante, canónicamente cubistas. Son obras muy bien realizadas en las que el artista ensaya diferentes técnicas y estilos que le permitirán después acometer sus grandes composiciones.
En 1907, Rivera llega a Europa y se instala, poco después, en París donde experimenta la inevitable influencia de Picasso, lo que le conduce a realizar paisajes urbanos y naturalezas muertas en estilo cubista que plantea recurriendo a composiciones que remedan los collages y que recuerdan la obra de Juan Gris. Completan esta colección unos dibujos y acuarelas de periodos posteriores en los que se insinúa la evolución del artista desde estos trabajos iniciales de caballete hasta las grandiosas composiciones murales en las que predominarán los temas pedagógicos sobre la cultura mexicana y el mundo del trabajo. El conjunto ofrece la posibilidad de rastrear la enorme capacidad de absorción de Rivera y la versatilidad de su obra, teñida por múltiples influencias y abierta a la experimentación de diferentes técnicas.
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