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Pujol se despide en una Diada que abre una larga y reñida campaña electoral en Cataluña

Maragall se desmarca de los planteamientos nacionalistas celebrando la jornada en Chile

La Diada de Cataluña tuvo ayer un marcado aire de despedida y de cambio de ciclo político. El clima preelectoral latente desde hace meses se oficializó anteayer con la convocatoria a las urnas para el 16 de noviembre. Y la recepción oficial en el Parlamento catalán se convirtió en el adiós de Jordi Pujol. Los invitados no le escatimaron palabras de despedida que el presidente acogía con buen humor. No todo fue versallesco, sin embargo. Grupos de exaltados abuchearon a los dirigentes del PP y del R. C. D. Espanyol cuando realizaron la tradicional ofrenda floral en el monumento a Rafael Casanova.

PSC y PP reclaman un cambio en la liturgia de los actos del 11 de septiembre
Independentistas increpan a Piqué y al RCD Espanyol en la ofrenda floral

Ayer fue la última ocasión en que Pujol, que lleva 23 años al frente de la Generalitat, se reunía en condición de presidente con tan gran número de personalidades de la sociedad catalana. A la recepción en el Parlamento asistieron unas 1.500 personas, entre las que se contaban la nueva ministra de Administraciones Públicas, Julia García Valdecasas; el cardenal Ricard Maria Carles, las autoridades militares y numerosos representantes institucionales, sociales y económicos.

Pujol bromeó con quienes se despedían de él. "¿Es que piensa usted morirse", le respondió al presidente del Consejo Evangélico de Cataluña, Guillem Correa. Bromas de este estilo las intercambió también con el líder del Bloque Nacionalista Galego, Xosé Manuel Beiras.

La impresión dominante entre los asistentes era que la retirada de Pujol pone fin a un ciclo político en Cataluña y las elecciones del 16 de noviembre van a abrir otro, cuyas características nadie se atreve a definir, porque el panorama electoral se presenta muy abierto y reñido.

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La ausencia de Pasqual Maragall de la recepción se convirtió en una expresión de este final de etapa. En un desafío al corsé de la corrección política impuesta por las décadas de hegemonía nacionalista, el líder de los socialistas catalanes, que es el candidato mejor situado en la carrera para la presidencia de la Generalitat, celebró la Diada en Santiago de Chile. Invitado por el presidente Ricardo Lagos, asistió a la conmemoración del 30º aniversario del golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende.

Eso impidió que los líderes de los cinco partidos catalanes se hicieran en la recepción de ayer la foto de grupo que se había convertido en una cierta tradición y en expresión de normalidad en las relaciones políticas en Cataluña.

Pero esa normalidad se rompe en la Diada de cada año, y siempre con la mismas víctimas: los partidos no nacionalistas. Unos centenares de radicales independentistas han convertido en habitual la expresión de sonoras protestas a quienes señalan como españolistas en la ofrenda floral a Rafael Casanova, que constituye el principal acto de exaltación catalanista en esta fecha. Ayer las víctimas fueron los dirigentes del PP, encabezados por el candidato a la Generalitat, Josep Piqué, y los directivos y cuerpo técnico del R. C. D. Espanyol.

El entrenador del equipo, Javier Clemente, que no oculta su condición de nacionalista vasco, se mostró especialmente dolido e indignado con los abucheos que le profirieron los independentistas. Esta situación, que se repite cada año, llevó a Piqué a reclamar un cambio en la liturgia del acto para evitar así un "espectáculo de vejación". Hace una semana también Maragall pidió una fórmula distinta para celebrar la Diada porque, en su opinión, la ofrenda se ha convertido en "un desfile de partidos políticos para que un grupo de jóvenes vaya allí a aplaudir a unos, a silbar a otros y también a amenazar". Ayer, desde Chile, Maragall anunció que, si alcanza la presidencia de la Generalitat, propondrá nuevas fórmulas para conmemorar el 11 de septiembre. "Se trata de convertir esa fecha en una celebración más que en una reivindicación", dijo.

Pero los nacionalistas no están por la labor. El conseller en cap, Artur Mas, dijo que recibir críticas y abucheos forma parte de la condición de político. El secretario general de Esquerra Republicana, Josep Lluís Carod Rovira, replicó a Piqué que "si alguien se encuentra incómodo, que no vaya". Y agregó: "Nosotros en el Valle de los Caídos no tenemos ningún problema, porque no vamos".

El Gobierno catalán y la federación de CiU también recibieron su parte por la alianza parlamentaria con el PP. Sólo los independentistas de ERC y la representación del F. C. Barcelona fueron aclamados. El presidente del club, Joan Laporta, fue recibido a gritos de "Laporta presidente, Cataluña independiente". Nadie tocó la corona de flores depositada por el Barça. La del Espanyol acabó destrozada.

Por la tarde, una manifestación reunió en Barcelona a unas 6.000 personas, según la Guardia Urbana, la mayoría pertenecientes a colectivos independentistas y de extrema izquierda. La marcha, convocada por ERC, se inició con un mitin de Carod Rovira, en el que participó el vicepresidente del Parlamento vasco, Gorka Knörr.

Jordi Pujol, ayer al salir del Parlamento catalán.
Jordi Pujol, ayer al salir del Parlamento catalán.CARLES RIBAS

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