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Reportaje:

Turismo con regusto

Una casa rural tematizada sobre el aceite de oliva muestra una nueva opción dentro de la oferta del sector

Una fuente fechada en 1861 y una bodega de aceite del siglo XVIII son los únicos vestigios que perduran de lo que fue una finca labriega. Aislada del ruido urbano, su aspecto exterior no deja adivinar las pinceladas decorativas victorinas que salpican sus estancias. La Casa Rural Santa Elena, a 10 kilómetros de Ontinyent en pleno corazón de la Vall d'Albaida, ha unido su oferta hostelera a un espacio de 14.000 metros cuadrados vallados y la ha tematizado como valor añadido.

La primera pista de ello la da una pequeña almazara de piedra, intencionadamente decorativa, que da la bienvenida a la finca. La tematización se apuntala con los "bosques de olivos" situados en la parte exterior de la finca y que más que una pista constituyen una auténtica prueba de cargo. También con la bodega de aceite. El espacio, de techo abovedado, deja entrever una decena de tinajas enterradas en la principal galería de las dos que tiene el recinto, de momento adecentado y que en el futuro será recuperado, según explica Carmen Galbis, una de las propietarias de la finca.

Un mosaico que muestra la recolección de la oliva en otros tiempos y un azulejo con nombres de diferentes variedades de olivo que anuncia cada una de las seis habitaciones de la casa rural completan, de momento, la tematización visual del complejo que se completará en el futuro con una almazara ecológica. El olivo también recorre la oferta gastronómica, que incluye hasta sorbete de albahaca elaborado con aceite propio. Una receta de la casa.

Lynne Hampshire, gestora de esta casa rural, defiende la intención de este negocio de ir más allá de lo que este tipo de turismo oferta en España. "Hay muchos hoteles con encanto", pero "las casas rurales aquí tienen un nivel muy bajo", asegura esta ciudadana inglesa que ya trabajó en hoteles en su país de origen y que sigue haciéndolo en Valencia porque le "encanta trabajar con gente". En la Comunidad Valenciana había a finales del año pasado 483 casas rurales, 139 más que un año antes. El tirón de esta opción de turismo no ha venido, sin embargo, acompañado todavía de una mayor regulación del sector, que carece de distinciones de calidad como las que tienen los hoteles.

Tras la puerta de una de las habitaciones aparece una cama victoriana con dosel. El miedo de la época a que los ratones se metieran en la cama explica, según su gestora, la altura de la misma. La cama en cuestión tiene 150 años y es uno de los muebles que Hampshire trajo consigo desde Inglaterra y que forman parte del legado familiar. La decoración, en cualquier caso, no es ortodoxa y se deja contaminar por motivos del continente. Así, por ejemplo, unos azulejos con una fallera y un fallero indican los cuartos de baño de la planta baja.

Los huéspedes en viaje de negocios, principalmente extranjeros, son los clientes más asiduos entre semana y representan, además, una línea que se pretende potenciar. La ocupación cambia el fin de semana cuando el turismo que llega es más doméstico, explican las responsables del establecimiento.

Santa Elena abrió sus puertas en junio. "Para una familia esto es muy grande y era una pena no aprovecharlo", explica Carmen Galbis. Dedicada a la agricultura, Galbis explica su apuesta por el turismo rural en la necesidad de "diversificar". Una parte de la actividad agraria a la que hace referencia Galbis es el cultivo de olivos ecológicos en distintas fincas. Plantados, los más próximos a Santa Elena, hace cinco años con la variedad Arbequina-el nombre se atribuye al origen de la misma, en el pueblo leridano de Arbeca-y cultivados según la práctica ecológica, la familia comercializa este aceite monovarietal bajo la marca Noblezza.

Galbis no tiene prisa pero tampoco ha puesto el freno y parece dispuesta a profundizar en el turismo rural.

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