El tabaco mata

Soy fumador, lo confieso con cierto temor y recelo, pues últimamente los fumadores parecemos apestados o bien simples delincuentes.

Quiero dejar bien claro que no defiendo el tabaquismo ni el vicio de fumar, pero sí defiendo mi libertad de hacer lo que me parezca conveniente, siempre respetando los derechos de los demás, y no necesito que los biempensantes padres de la patria me machaquen con mensajes funestos en las mismas cajetillas de cigarrillos.

¿Qué dirían ustedes si en la celebración de un evento, en las correspondientes botellas de cava, o de un buen vino, viéramos unos letreros que dijeran más o menos: "El beber puede matar", "el beber le puede producir cirrosis u otras enfermedades hepáticas graves", o bien al comprar un vehículo nuevo viéramos unos letreros en las puertas que dijeran: "El conducir puede matar", o bien "el conducir le puede producir lesiones medulares graves y postrarlo para toda su vida en una silla de ruedas"?

Señores políticos, seamos serios, basta de hipocresía.

Si, de verdad, el tabaco es tan nocivo sean ustedes valientes y prohíban su producción y venta; pero, claro, esto no es interesante para la recaudación de los importantes impuestos que genera el tabaco.