Miedo escénico
Raffarin pide a sus ministros y diputados que no acudan a un espacio de TF1
Jean-Pierre Raffarin, el actual primer ministro francés, antes de dedicarse profesionalmente a la política, trabajó como experto en comunicación para varias empresas. De ese pasado como consejero publicitario le queda el sentido de la fórmula -"la pendiente es fuerte pero el camino derecho", "hay franceses que prefieren su partido a su patria", etc,- y la convicción de que todo o casi todo depende de cómo se presenta. Ahora TF1, un canal privado de televisión que quería realizar una primera experiencia de tele-realidad con políticos, acaba de descubrir a su costa que Raffarin empieza a desconfiar de su capacidad para maquillar la realidad.
TF1 es un canal conservador, que siempre ha apostado por los candidatos de la derecha y que durante la última campaña presidencial hinchó el globo de la inseguridad hasta convertir a Le Pen y Chirac en los únicos candidatos en contacto con la realidad que mostraba la pequeña pantalla. Ahora TF1 quería conciliar el placer y la obligación, el negocio y la devoción. Etienne Mougeotte, el vicepresidente del canal, había prometido poner en marcha, el próximo octubre, una emisión provisionalemente titulada 36 heures, que "será de nuevo tipo pues recurrirá a las formas narrativas de la tele-realidad para aplicarlas a un político que pasará esas 36 horas en inmersión, viviendo con una familia francesa cualquiera". Mougeotte advertía que no se trataba de telebasura puesto que "no veremos a los políticos en pijama o en el baño".
Peligra un programa destinado a mostrar a diversos políticos conviviendo con familias francesas
Pierre Bedier, secretario de Estado de prisiones, se prestó al juego de un programa piloto que nunca verá la luz y Jean-François Coppé, ministro-portavoz, debía ser el protagonista de una primera emisión programada para octubre. "Pero respetaremos la alternancia mayoría-oposición" precisó Mougeotte. En vano. Raffarin ha recordado a los suyos, ministros y diputados, que no tienen ni 36 ni una hora para las cámaras. Se teme lo peor. La lectura de los editoriales de la llamada "prensa de provincias", que Raffarin utiliza como termómetro de la opinión pública, le ha convencido de que ese recurso va a contribuir a desacreditar aún más la clase política. "Es una forma caricaturesca de la relación entre el pueblo y sus representantes". Para el socialista Arnaud Montebourg "no me hace falta TF1 para saber lo que pasa en las fábricas o en los hogares de los campesinos de mi circunscripción".
Lo cierto es que Raffarin ha sabido llevar la iniciativa en el terreno de la comunicación hasta la catastrófica canícula del mes de agosto. Él era la encarnación de "la Francia de los de abajo", "un hombre a la escucha", un pragmático al margen de ideologías. Y fue el pragmatismo presupuestario el que le llevó a suprimir en enero subvenciones a las residencias de ancianos o a la atención domiciliaria. Luego, una vez fallecidas por la ola de calor 11.453 personas, en su mayoría ancianos, Raffarin descubre que ahora no quiere hablar por televisión y que prefiere que sea el titular de Sanidad quien peche con los muertos. Pero el espejo televisivo le mostró ante toda Francia huyendo de las preguntas del periodista, descargando toda la responsabilidad en las espaldas de otro. Dominique Ambiel, consejero de comunicación de Raffarin, protestó ante France3 justamente por haber revelado el rostro huidizo del primer ministro. Y una semana más tarde era otra empresa pública, la Agencia France Presse (AFP), el siguiente espejo a romper porque uno de sus periodistas se había hecho eco de una encuesta por la que "el 51% de los franceses estima que el Gobierno no ha estado a la altura y se ha producido un vacío de poder".
Un consejero de Raffarin hizo llegar una carta indignada al presidente de la AFP pidiendo la cabeza del periodista por "falta de objetividad".
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