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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Un año sin bailar la canción del verano

En 2003 no ha habido 'Booomba' ni 'Aserejé'. La oferta de éxitos veraniegos baja cada vez más el listón, y esta vez han sido los minúsculos estribillos -"Tengo chopitos"- de una campaña publicitaria los que con su ironía han terminado triunfando

Diego A. Manrique

Ésta es la cruda historia, la pesadilla veraniega de un madrileño que ha sobrevivido a abundantes alborotos urbanos: bares juveniles, botellones, percusionistas arrebatados... Sin embargo, nada le preparaba para la experiencia brutal de pasar unos días en un pueblo castellano en fiestas: "Desde una semana antes, una peña había instalado a pocos metros un puesto atronador. Y eran horas y horas con la música más ratonera del mundo a volumen de concierto heavy, hasta que amanecía. La alcaldesa decía que los jóvenes tienen que divertirse y la Guardia Civil, por si las moscas, no quiso intervenir. Una noche, me sorprendí deseando tener una escopeta para bajar y disparar contra los bafles, saboreando la frase a lo Harry el Sucio que diría después".

Los publicitarios han destripado todo el entramado de las canciones del verano

Curiosamente, el sufrido veraneante no supo responder a la pregunta obvia: desde su martirio, ¿cuál ha sido este año la canción más insidiosa, más pachanguera, más omnipresente? "Pues lo raro era que no había una que destacara sobre las otras. No se me ocurre el equivalente de La barbacoa o El tiburón". Exacto: 2003 quedara en la crónica subcultural como el año sin canción del verano. En realidad, han sido varias, pero -anomalías de la sociedad de consumo- no se pusieron a la venta.

Pedro García, responsable de marketing discográfico en El Corte Inglés, coincide en el diagnóstico: "Entre los cinco títulos que más vendemos ahora mismo está Caribe 2003, que es la típica colección de metralla de verano, pero también La Oreja de Van Gogh y Bebo Valdés con El Cigala, así que resulta evidente que no se ha perdido el buen gusto. Por encima de todos, la recopilación de Nino Bravo, Todo Nino, que está siendo la sorpresa de la temporada. La mayor parte de los triunfitos han pinchado en comparación con el año pasado". "La verdad es que el mercado está hundido y no se puede echar la culpa sólo a la piratería: escasean los artistas que se arriesguen, que transmitan que creen en lo que hacen. El próximo disco de Alejandro Sanz parece ser la única esperanza de revitalización antes de que lleguen los lanzamientos navideños".

Jaume Baró, director de 40 Principales, plantea que hemos sufrido tal saturación de subproductos estivales que unos han anulado a otros: "Ha coincidido la nueva tanda de Operación Triunfo con la morralla de Hotel Glam, más éxitos que llegaban desde el Caribe, como Papi chulo. En años anteriores, hacia abril o mayo ya destacaban dos o tres candidatas que se popularizaban definitivamente en el verano. Pero este año llegó en tromba lo claramente comercial y lo verdaderamente aberrante: Dinio, Sex Bomb, Patricia Manterola, King Africa, Javi Cantero, David Civera, Piercing, Malena Gracia, las Tanga Girls y no sé cuántos más. El nivel general era tan bajo que muchas emisoras hemos optado por no radiar lo más chabacano. No podemos rebajarnos al nivel de la telebasura".

Según la teoría de Baró, "la gente se ha defendido de semejante avalancha inclinándose por las canciones de la ONCE". La humorística campaña diseñada por la agencia Tandem DDB proponía dos opciones para enriquecerse por la vía rápida: jugar al supercuponazo o componer la canción del verano. Y daba sugerencias: La cremita, Las tapitas, El botijo, El hippy, La medusa del amor eran canciones del verano reducidas a su mínima expresión, arquetipos con situaciones humorísticas o pícaras sobre músicas elementales. El público se quedó encantado con la desfachatez de la propuesta.

A su modo, los publicitarios han destripado todo el entramado de las canciones del verano: se sugiere que cualquiera puede hacerlas con más gracia que los productos oficialmente estivales. Si lo prefieren, ha sido una sofisticada acción posmoderna que ha impulsado una rebelión simbólica contra las imposiciones más ramplonas de la industria del entretenimiento. Con la particularidad de que las canciones de la ONCE dejaron de sonar en emisoras de radio y televisión el 16 de agosto, fecha del sorteo, sin que hubiera forma de conseguirlas en disco. Que nadie se haga ilusiones: lo ocurrido no significa que el próximo año no vuelva a repetirse la competición por la canción abrasadora. Manolo Moreno, de Sony Music, lleva décadas en el mundo del disco y conoce todos los procedimientos de persuasión: "La última campaña en la que trabajé fue El gorila, de Melody. Allí teníamos un doble gancho: la comercialidad del tema, y la simpatía que despertaba la niña. El disco se lanzó en primavera, con un mensaje subliminal que indicaba que iba a ser la canción del verano". Sigue Manolo Moreno: "Se suelen incluir en compilatorios titulados Disco bares, Chiringuitos o Terracitas, que se reparte gratuitamente en Baleares y en la costa mediterránea. Otra vía de acercamiento es la televisión: se hace un pacto para que sea sintonía de un determinado programa". Pero esos acuerdos cada vez son más raros porque " ahora las ventas han descendido tanto que te responden que, aunque sea un éxito, ya no les sale a cuenta". La crisis del disco también ha llegado a esa descerebrada institución que es la canción estival.

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