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VISTO / OÍDO
Columna
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Contrarrevolución, 2

Estas cuestiones religiosas son meras constantes, que cada vez significan cosas distintas: como el mismo islamismo, que prevalece después de tanta derrota. El hecho que parece más importante es que ahora da nombre, con el de terrorismo, a la revolución. Y el amo organiza un somatén (sometent, en catalán: deriva de someter, sometimiento), que es, digamos, una contrarrevolución. Quizá se encuentre en estos pólipos de la historia algo como la lucha de clases, a la que Marx reducía todas las guerras del mundo. Digamos que todas las revoluciones han ido juntándose, de Espartaco a Lenin, y que todas las contrarrevoluciones también se han unificado: vencida la comunista, viene la del Tercer Mundo, que algunos creen que es la definitiva. Quizá. En todo esto, Blair recitando ante milord y Aznar aullando al pie del ciprés de Silos -"enhiesto surtidor de sombra y sueño...", Gerardo Diego- son episodios. Periodismo, pequeña historia. Croantes de una charca inmensa. Es verdad que aquel al que le cogen próximo le destrozan: a un ochentón, estos años finales se los amarga Aznar como los años iniciales se los amargó Franco. Pero eso sí que es anécdota. En la crónica de las generalidades, en el mundo de Averroes, tiene poca importancia. Y la culpa es del individuo. "Cuando Dios quiere castigar a uno, le hace individuo", decía Ibsen (en Brand). O sea, le vuelve loco: no hay que ver razón ninguna en quien se subleva viendo a los niños de Filipinas escarbando en la basura, que siempre parece mejor a los moralistas que la prostitución o hacer alfombras con sus deditos, cuando en lo único en que debe pensar es en que uno come, incluso demasiado para la opinión sanitaria, y compra a veces lo que han hecho los niños de Filipinas.

Parece claro que un hombre honrado, y pongo a Aznar como ejemplo de lo que yo entiendo por esa palabra, debe estar del lado de la contrarrevolución, sobre todo teniendo dos bases esenciales para arreglar su conciencia: una, que si se conforman y convierten irán al paraíso, donde quizá nosotros no vayamos (¿qué haría yo con casi cinco mil huríes que me tocarían en todos los sentidos y lugares, y sin bisagra); otra, que, con el tiempo, la justicia social que nosotros propugnamos por las vías del capitalismo dará de comer y beber a todos. Aunque sea dentro de muchos siglos: sin preocuparse del aquí y el ahora.

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