Soluciones políticas
Me sorprende que no se haya reflexionado lo suficiente sobre las consecuencias políticas que traería la disolución del Ayuntamiento de Marbella. En el supuesto de que se pudiera aplicar el artículo 61 de la Ley de Bases de Régimen Local -que ya es mucho suponer después de leer los artículos de los profesores Pérez Royo y Ruiz Robledo, publicados en estas mismas páginas-, se abriría un paréntesis excepcional que habría que cerrar tres meses después, cuando se celebren nuevas elecciones municipales, como prevé el artículo 183 de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General, según me recuerda Agustín Ruiz Robledo. ¿Es de prever que, en sólo tres meses, los habitantes de Marbella cambien la intención de voto que han mantenido durante más de doce años? Lo predecible es que la disolución del Consistorio no restaría votos a las alternativas gilistas. Serían, PSOE y PA, viveros de tránsfugas, los que recibirían un severo castigo.
En Marbella hace tiempo que los servicios municipales vienen sufriendo un deterioro que aún no es suficientemente perceptible. Es imposible parar este desgaste, incluso aunque, para aliviar la tesorería, se tomen medidas desesperadas, como el cierre de las empresas municipales que han servido para drenar las arcas del Ayuntamiento y han dado empleo a miles de marbellíes que forman las redes clientelares del GIL.
Es inevitable este creciente deterioro y también será inevitable la adopción de medidas impopulares. ¿Qué es preferible: que las tome el inverosímil trío compuesto por Marisol Yagüe, Isabel García Marcos y Carlos Fernández, o que lo haga la gestora, compuesta por partidos democráticos, que se ocupe, durante el breve plazo de tres meses, de la gobernación de Marbella tras la disolución del Ayuntamiento?
Si lo hace el trío, los marbellíes comenzarán a tomar nota de en qué manos ha puesto sus votos en los últimos doce años. Si lo hace la gestora, es posible que una parte de los marbellíes se hunda en una nostalgia que podríamos calificar de peronista. Ya saben: con Gil vivíamos mejor.
Lo más probable es que, en cuanto se convocaran las nuevas elecciones que seguirían a la disolución, aún no estaría inhabilitado Julián Muñoz, que es, no lo olvidemos, la persona a la que ha votado la mayor parte de los marbellíes, a sabiendas de su distanciamiento de Jesús Gil. Pero, incluso cuando le llegue la inhabilitación, Muñoz podría gobernar a distancia. Pongamos por caso que pusiera en la alcaldía a la mismísima Pantoja. No es una broma. Todo es posible en la ciudad que ahora gobierna el inverosímil trío.
Más vale no precipitarse. Quienes se hayan tomado la molestia de investigar los usos y maneras de los componentes del trío no apuestan por su estabilidad. Las ansias de protagonismo de la que fue cuatro veces candidata socialista y los codazos y patadas que suelen preceder a la apertura de cualquier piñata suscitarán feroces rivalidades.
Lo prudente ahora es que los partidos democráticos comiencen a disponer planes que hagan posible el resurgir de esta ciudad y, con vistas a las elecciones del 2007, vayan dando a conocer a unos candidatos honestos y verosímiles.
No es mucho pedir.
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