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Columna
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Dinamarca

Hoy me hubiera gustado hablarles de Dinamarca, pero nunca he estado en ese país. Admiro, eso sí, a algunos daneses además de al príncipe Hamlet -"something is rotten in the state of Denmark", dice Marcellus-, y añoro sin conocerlos algunos paisajes daneses ahora que regreso a la poética del frío, oh Britain, Britain, yo, que me vuelvo a soñar como un inglés enamorado de Florencia. Y lamento haber citado esa frase, de la que supongo que todos los daneses han de estar hartos, y que nos lleva a los que no lo somos a acordarnos de Dinamarca cuando lo que se nos pudre es nuestra casa. Algo huele a podrido ya desde el inminente septiembre, y júroles estar hasta los cubitos de hielo -ropa interior que uso durante las olas de calor- ante el emponzoñado galimatías que se nos avecina. Ya hoy he tenido que abandonar los cubitos y vestirme la marta cibelina tras leer la soflama de ese sietemares chiquitín que tenemos de presidente. Me pregunto si ese señor les habría durado a los ingleses más de quince días.

Me pregunto también si en Dinamarca habrán muerto muchos ancianos. No de calor, sino de soledad, o del calor que derrite la soledad. Ya ven lo triste que es tener que irse tan lejos a preguntar por cosas por las que uno ya no se atreve a preguntar en su propio país. Si lo hace, corre el peligro de ser acusado de desear que se muera todo el mundo, y ya se sabe que se puede pecar por acción, omisión o deseo. Tiemblo sólo de pensar que pueda acabar siendo confundido con el Sol y aparecer en un titular como: "Helios, el asesino de los ancianos, confiesa matar sólo con el deseo". Y le compadezco al pobre Helios por la que le pueden endosar, ya que no tengo duda de que, si lo cazan, los muertos por el calor habrán sido muchos más que el centenar que ahora declaran. En Dinamarca, claro está, no aquí, pues Dinamarca es una prisión en la que caben todos los ancianos y en la que el Gobierno jamás es responsable de nada.

Deduzco de todo ello que en Dinamarca han debido de caer los ancianos como moscas. Y al decirlo siento un profundo alivio. Tan grande como cuando proclamo que las playas danesas están pringadas de galipot, o que en Dinamarca no peligra la unidad de España, o que los soldados daneses no deben ocupar otros países, o que el AVE catalán no pasa por Dinamarca y por lo tanto no existe. Y es que ese país es así y todavía creen que la oposición está en la oposición y no la reprenden todos los días porque España va bien. Y tampoco tienen plan Ibarretxe, de donde se concluye que sin Helios y sin Ibarretxe en ese país los ancianos han debido de morir por millares.

Ya ven que si algo huele a podrido en Dinamarca se puede decir con toda tranquilidad, y ese es uno de los grandes favores que debemos a Shakespeare. También se podría decir que el plan Ibarretxe es un despropósito, pero Guildenstern y Rosencrantz me aseguran que en Dinamarca no conocen a ese señor. Es una pena y no saben lo que se pierden, porque si ese señor se paseara por allí los ancianos resucitarían a nada que él dijera que había muerto uno, y hasta dejaría de hacer calor. Y el AVE catalán pasaría por Dinamarca sin socavones y los soldados daneses se montarían en el toro de Osborne y todos tan contentos. La verdad es que no sé a qué esperan para construirle un palacete al señor Ibarretxe y llevárselo. A nosotros nos harían un gran favor y ellos conseguirían acabar hasta con el fantasma del padre de Hamlet. Bastaría con que el señor Ibarretxe dijera haber visto al fantasma para que todo aquel que a continuación declarara la misma visión fuera acusado de colaboracionista o de algo peor.

Ahora, según me comunica Guildenstern, el Gobierno danés quiere implicar al partido de la oposición en una unidad de acción, pero carecen de objetivo. Le insisto una vez más en lo del plan Ibarretxe, para ver si así se llevan a éste de una vez, pero me objeta que, a pesar de que huela a podrido, Dinamarca es un país serio y que ese problema lo arreglarían las instituciones y no conseguiría movilizar ni a los ancianos. Concluyo pensativo que también aquí ese problema podría haber muerto de inanición si la unidad de acción no fuera el objetivo largamente acariciado para conseguir que todo lo que oliera a podrido sólo se oliera en Dinamarca. Se lo comento a Guildenstern y escucho su risa. Luego le ofrezco mis condolencias. Por los ancianos... o por el toro de Osborne.

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