Villepin, ministro francés de poesía por vocación
Dominique de Galouzeau de Villepin es ministro de Exteriores francés de profesión y ministro de la Poesía por vocación. Eso es, al menos, lo que se deduce de la lectura de su último libro, de las 824 páginas editadas por Gallimard bajo el título de Éloge des voleurs de feu. Se trata de un ensayo, muy personal, sobre la poesía, no en vano los "ladrones de fuego" eran para Rimbaud los poetas, la gente que sabe ver más allá de la superficie y la racionalidad de los hechos.
Éste no es el primer libro de Villepin. El año anterior ya publicó Le cri de la
Gargouille, una reflexión apasionada sobre el inmovilismo francés, y, en 2001, en los Cent jours evocó la figura de Napoleón y la grandeza de su desastre. Antes, en 1986 y 1988, publicó dos poemarios.
Lo que sorprende en Villepin es que encuentre tiempo para redactar sus notas, para leer otra cosa que no sean los complejos informes que le preparan los servicios de Exteriores de su país para volcar en las comparecencias de las complejas relaciones internacionales.
Es cierto que el Quai d'Orsay ha dado cobijo a numerosos escritores, de Chateaubriand a Jean Giraudoux pasando por Paul Claudel, Paul Morand y el premio Nobel Saint-John Perse. Pero ninguno de ellos escribió el grueso de su obra entre una discusión de la Unión Europea y una declaración de guerra a Irak salpicada de líricos discursos en honor de la democracia y la paz.
Nacido en Rabat (Marruecos) en 1953, Dominique de Villepin fue iniciado en el secreto de la poesía por su madre, que en la palabra de los grandes autores encontraba y le transmitía consuelo ante la muerte prematura de un hermano de un joven Dominique. Una historia de romanticismo desgarrado.
El amor maternal, la muerte y la poesía aparecen inextricablemente entretejidos en las lecturas y comentarios del ministro, que sueña con reconciliar en sus poemas a Artaud y Valery, Rimbaud y Bonnefoy, la locura y el cartesianismo.
Un antiguo colaborador de Villepin recuerda la extraordinaria capacidad de trabajo del ministro y su resistencia física: "Tras un viaje de ocho horas en avión durante el cual se leyó tres informes, escribió durante una hora y dio una cabezadita de apenas media; cuando llegamos a Vancouver nos citó a todos sus consejeros a la puerta del hotel, para ir a correr durante una horita y aclararnos las ideas. Luego él se fue a afinar su discurso y a las diez de la mañana, en la reunión internacional, él era el único que parecía fresco como una rosa". La poesía, como el poder, mantiene joven a Dominique de Villepin.-
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