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VISTO / OÍDO
Columna
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Los generales mueren en la cama

Conversando en la SER con Arístegui, portavoz de Asuntos Exteriores del Partido Popular, dijo que era suficiente la comparecencia de Ana Palacio ante la Diputación por la trascendencia de su cargo. Me quedé con ganas de preguntarle -mis compañeros también querían zaherirle: cómo somos los chicos de la prensa- por qué, teniendo ese puesto tal importancia, se lo han dado a Ana Palacio. Es una tradición: se lo dieron a Matutes, a Piqué, que tiene una gran ignorancia en todas las ramas del saber humano. Es una obsesión de la derecha: Franco se lo dio al pobre Alfredo Sánchez Bella. Y más atrás, a generales como Jordana. Hablábamos, con claro dolor, del desgraciado capitán de navío muerto en la guerra de Irak; creía yo que la muerte en guerra de un militar de alta vocación no debía ser asunto tan hablado, pero recordé que estaba en puesto civil; y que esto puede indicar la Muerte una víctima fácil. Me dijeron que no es guerra, que es posguerra, y que este acto no es militar, aunque se esté acusando de él a los militares iraquíes profesionales, sino terrorismo.

Me estaba rondando una frase: "Los generales mueren en la cama". Era un libro de Charles Yale. Me brotan los recuerdos de la colección de la editorial Cenit (al empezar la República), del luego amigo Juan Andrade, del POUM: encarcelado en Barcelona en medio de la guerra por los rusocomunistas, como dicen ellos; y en Francia cuando se exilió: y puso allí una librería. Aquellos libros comenzaron a formar este tonto actual -"y lo que he visto me ha hecho dos tontos", como decía un personaje de Calderón y un título de Alberti-; como El plan de la aguja, de Cendrars, o El sargento Grischa, de Arnold Zweig. Todo estaba militarizado en esa conversación de sábado: hasta el "Plan de defensa y movilización", un borrador (globo-sonda): Defensa podrá movilizar a cualquier español mayor edad, ante lo cual la oposición brama, como es natural. A veces, demasiado: Anasagasti dice: "Quieren movilizar hasta a los vejestorios". ¡Oiga, oiga, un poco de respeto! Vejestorio lo será usted dentro de poco: yo en este lenguaje soy de la tercera edad. Reflexioné, y me pronuncié por la movilización: si dejo de ser civil, y hasta civilizado, tendré más oportunidades de salir vivo y centenario. Quizá, por edad, estudios, vocación, seré cabo furriel. (Aquellos libros: los quemamos, por los registros. Pero el inconsciente no arde).

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