Cincuenta y tres años para la gloria
Desde que en 1950 se celebró el primer Gran Premio de fórmula 1, puntuable para el primer Campeonato del Mundo, han pasado 53 años para ver ondear, por primera vez, la bandera de España en lo más alto del podio. Fernando Alonso ha alcanzado la gloria, una gloria reservada a muy pocos, pero también es cierto que menos aún son los que tienen, o han tenido, el talento natural de Fernando.
En fórmula 1, sólo una veintena de pilotos toman parte cada año en los 16 grandes premios, y si tenemos en cuenta que hace años sólo se corrían ocho o diez carreras al año, podemos comprender aún mejor lo difícil y restringido que es el mero hecho de tomar parte en campeonato.
Pues bien, si sólo los mejores logran participar, sólo los elegidos son capaces de alcanzar la gloria y entrar en la historia como ha hecho Fernando.
Ganar un solo gran premio es la culminación de la carrera deportiva de cualquier piloto de circuitos y, por lo que se ve, Fernando Alonso no es de los que están acabando su carrera, sino, más bien, todo lo contrario.
Fernando ha sido el piloto más joven que ha conseguido marcar una pole en su primer año con un coche competitivo, y, sobre todo, el piloto que más joven que ha alcanzado el primer escalón del podio.
Pero lo más importante, la que yo creo que es la mayor virtud de Fernando, por encima aún de su increíble talento deportivo, es su calidad humana. Yo tengo el honor y el placer de conocer a Fernando desde hace varios años, y de haber disfrutado muchas veces de su compañía, de su sentido del humor, y de sus habilidades como mago. Por ello, cuando mantengo esta opinión creo que lo hago con conocimiento de causa.
Fernando es un hombre inteligente, y en sus primeras declaraciones públicas después de su contundente primera victoria, lo ha vuelto a demostrar.
No se ha olvidado de reconocer el esfuerzo y el sacrificio que muchas personas han llevado a cabo para que él alcanzara el éxito deportivo.
Efectivamente, si hay un deporte en el que ganar sin ayuda es, sencillamente, imposible, es el automovilismo, y para que Fernando haya podido estar ahí, hay dos nombres que destacan al mismo nivel: José Luis Alonso, su padre, y con él toda su familia, y Adrián Campos. Sin el esfuerzo de estas personas y sin su generosidad, toda esta historia seguramente no habría ocurrido.
Hoy, dentro de esta euforia deportiva, dentro de la conciencia de tener ya a un piloto español en la historia de la fórmula 1, no podemos acabar esta columna sin decir: ¡Enhora buena, Fernando! y ¡gracias, José Luis y Adrián!, a cada uno de vosotros, lo vuestro, y a todos la gloria.
Joaquín Verdegay es vicepresidente de la Federación Española de Automovilismo y comisario de la FIA.
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