Fòrum 2004, el futuro en tiempo de descuento
Barcelona vive entre ilusionada y atemorizada la gran cita cultural del año próximo. Las obras avanzan a ritmo frenético cuando apenas quedan nueve meses para la inauguración de un evento cuyos contenidos han sido poco divulgados.
Qué es el Fòrum Universal de les Cultures Barcelona 2004?
Esta es la pregunta que ilusiona y a la vez aterra a la capital catalana cuando faltan poco más de nueve meses -un embarazo- para que se inaugure lo que se supone que debe ser un gran acontecimiento ciudadano. El Fòrum es seguramente demasiadas cosas para que la respuesta pueda ser unívoca, sintética y en consecuencia tranquilizadora. Depende de quién conteste a la pregunta del millón.
Para la organización, al frente de la cual se halla Jaume Pagès, ex rector de la Universidad Politécnica de Barcelona, es un programa de debates, exposiciones y espectáculos patrocinado por la Unesco sobre tres ejes argumentativos básicos -la paz, la sostenibilidad y el diálogo cultural- que se desarrollará durante 141 días, entre el 9 de mayo (Día de Europa) y el 24 de septiembre (la Mercè, patrona de Barcelona). Se trata de un programa que involucrará a toda la ciudad, pero que tendrá el epicentro en la última zona urbanizada de la ciudad, la de levante, allá donde la Diagonal se funde con la desembocadura del río Besòs. Más en detalle vendrían los nombres de relumbrón: espectáculos de Pina Bausch, Robert Lepage, Bob Wilson y Sting, entre el millar de espectáculos programados; conferencias y debates, entre otros de Mijaíl Gorbachov y José Saramago, las últimas firmas incorporadas al reparto. Se espera llegar a cinco millones de visitantes del recinto del Fòrum durante esos 141 días. No han faltado las críticas a tan ambicioso programa: demasiado poco esbozado y, sobre todo, demasiado poco publicitado. La organización sabe que ha entrado en tiempo de descuento y se prepara para el último acelerón a partir del mes de septiembre.
Nunca Barcelona había conocido una intervención urbanística tan masiva como la que se practica en las 214 hectáreas de la zona del Fòrum
La respuesta historicista a la pregunta del encabezamiento pone el acento en el modelo de expansión urbanística de Barcelona, ligado siempre a grandes convocatorias ciudadanas a falta de capitalidad política: la Exposición Universal de 1888, la Universal de 1929, los Juegos Olímpicos de 1992 y ahora el Fòrum 2004. En todos los casos, esta ciudad densa, comprimida entre el mar y la cordillera de Collserola, ha ganado espacios para esponjarse y respirar un poco mejor: si en 1888 tomó el parque de la Ciutadella, antes cuartel militar, en 1929 urbanizó parte de la montaña de Montjuïc y en 1992 creó las rondas de circunvalación para aligerar el centro.
Ahora, bajo el señuelo del encuentro cultural, se urbaniza una zona de 214 hectáreas en el noreste de la ciudad, limitada por todas las degradaciones urbanas posibles e imaginables: un río que hasta no hace mucho fue cloaca de todos los desechos industriales del Vallès, un frente marítimo de cuatro kilómetros secuestrado por una depuradora de aguas, una incineradora de residuos, una central eléctrica y otra térmica y, al norte, unos barrios lumpenproletarios -así se les denominaba en tiempos-, que desaguaban todas las miserias del franquismo y a cuyas puertas la ley se detenía para dejar expedito el camino a la injusticia: los barrios de La Mina y La Catalana. Del Camp de la Bota, escenario de los crueles fusilamientos franquistas de posguerra, sólo queda el monumento de 1992 que los recuerda.
Nunca Barcelona había conocido una intervención tan masiva e intensiva como ésta: las rondas se extendieron a lo largo de 35 kilómetros y la Villa Olímpica representa apenas una quinta parte del suelo que ahora se reforma. Hay un cambio de escala en esta intervención con respecto a las anteriores que causa vértigo y complica ulteriormente la respuesta a la pregunta inicial, al sazonarla con la incómoda sospecha que siempre generan los negocios inmobiliarios.
Hasta ahora la ciudad había conocido un urbanismo relativamente pequeño, de acupuntura o zurcido, sobre un tejido preexistente sólidamente definido. Pero ocurre que en el Besòs no hay ciudad. De hecho, no hay nada. Tan sólo una idea, pensada hace poco menos de un siglo y medio por el genio urbanístico de Ildefons Cerdà: en ese punto, la Diagonal debía por fin abrazar al mar. Idea brillantísima que intuía un futuro decididamente metropolitano, pero que en ningún caso podía avistar la realidad que hoy es el cinturón barcelonés: un área de 3.000 kilómetros cuadrados ocupada por 4,3 millones de personas.
Las grandes intervenciones en curso tratan de dar respuesta a esta nueva dimensión: el aeropuerto, la entrada del AVE por El Prat, la puerta sur de la Gran Via, la nueva estación intermodal en el barrio de la Sagrera, la zona de Glòries y las obras en el litoral del Besòs. Hay un debate abierto entre urbanistas y arquitectos sobre este nuevo modelo, que rompe con la tradición minimalista de Barcelona.
Ahora bien, el vértigo urbanístico producido por el cambio de escala no es el único que lastra el Fòrum de les Cultures. Hay otro vértigo más difuso, de orden conceptual. Todo el mundo sabe en qué consiste una exposición universal, o unos juegos olímpicos. pero el Fòrum es una creación ex novo, nacida al calor de una intuición que puede resultar feliz: en la era de la globalización, las expos han muerto, porque las innovaciones tecnológicas viajan mucho más rápidamente que las burocracias estatales que las promueven. En cambio, si algo hoy precisa todavía encontrarse, olerse y tocarse para intercambiar experiencias y celebrar la diversidad, eso es la cultura. La formulación de la idea puede tener cierto atractivo: el problema estriba en cómo concretarla. De ahí la zozobra actual, mezclada con el hiperbarcelonés miedo al ridículo.
"40 hectáreas, sobre un total de 214"
U na sola persona es capaz hoy de dar una respuesta material, muy concreta, a la pregunta de qué es el Fòrum. Es Jaume Castellví, de 51 años, economista, consejero delegado de Infraestructures del Llevant, la empresa 100% municipal que controla las obras del Besòs. Su respuesta es ésta: "40 hectáreas sobre las 214 en las que intervenimos". Su obsesión no es menos definida: "Entregar la infraestructura a tiempo". ¿Y cómo va esa entrega? "Apurada, pero llegaremos a tiempo. Hemos entrado en la fase de las instalaciones de los edificios, mucho más rápida que los movimientos de tierra o las cimentaciones".
La fascinante excursión por la polvorienta y calurosa región empieza fuera de las 40 hectáreas nucleares. A bordo de un todoterreno, Castellví, confiado Virgilio, ordena al conductor que se introduzca en un Averno subterráneo de prodigiosa columnata: un depósito fluvial de 50.000 metros cúbicos, encargado de dosificar la entrada de agua en la depuradora, cuya capacidad de tratamiento es de 590.625 metros cúbicos por día.
Nueva parada en la planta generadora de frío y calor, que quedará también semienterrada: se trata de una instalación de imponentes turbinas cuya misión será proporcionar agua caliente y fría a los edificios del Fòrum y los hoteles circundantes, aprovechando una parte de las emisiones de vapor de agua de una incineradora vecina. Un poco más allá se extiende la central eléctrica de ciclo combinado.
El capítulo energético se completa con un panel solar de 4.500 metros cuadrados que se izará sobre cuatro escultóricas columnas, la única instalación fija de estas características que quedará a la vista porque además actuará como pérgola para dar sombra. Las demás plantas quedarán bajo tierra, y sobre ellas surgirán zonas ajardinadas, un campus universitario y la desmesurada explanada de 11 hectáreas en la que se celebrarán los principales actos festivos.
Los escenarios de 2004 se aprecian ya con toda claridad. El puerto deportivo de Sant Adrià, con la Marina Seca, un hangar con capacidad para cobijar a un millar de embarcaciones que durante el Fòrum acogerá una gran exposición sobre el Mediterráneo; el Centro de Convenciones, de 67.000 metros cuadrados, obra del arquitecto Josep Lluís Mateos, en el que se ubicarán otras dos grandes exhibiciones y donde se celebrarán los principales debates. Adosado a este edificio y del mismo arquitecto surge a toda prisa el hotel Convención: en total, en la zona se están construyendo 2.500 habitaciones.
Justo enfrente del Centro de Convenciones, conectado por una rambla subterránea, se encuentra la estrella de la corona, el edificio del Fòrum, un triángulo equilátero de 180 metros de lado elevado sobre 17 columnas, obra de los arquitectos Herzog & De Meuron. Es la pieza que lleva más de cabeza a Castellví, la que va con los tiempos más apretados. El auditorio, semienterrado, con capacidad para 3.200 personas, estará listo para 2004. Sobre el piso elevado hay bastantes dudas.
En dirección al mar, la explanada procede en una subida del 4% hasta superar la Ronda del Litoral y de ahí desciende hacia el mar. Es la zona del parque de los auditorios, siete hectáreas proyectadas por Alejandro Zaera para espectáculos al aire libre (con dos anfiteatros: uno para 8.500 personas y otro para 3.500). Al final, la zona de baños, diseñada por Beth Galí, con tres islas artificiales cerrando una superficie de agua de 1,8 hectáreas. El zoo marino no llega a tiempo para 2004.
La inversión total asciende a 2.300 millones de euros, repartidos entre corporaciones privadas (47%) y administraciones (Ayuntamiento y Diputación de Barcelona, Generalitat, Gobierno central y fondos europeos, 53%).
Llegados aquí, es hora de volver a la pregunta inicial: ¿qué es el Fòrum Universal de les Cultures? Los críticos aseguran que todo este trajín edilicio nada tiene que ver con los contenidos del evento. Los integrados consideran en cambio que cubrir una depuradora para ganar un nuevo espacio ciudadano es ya parte del propio Fòrum. Entre la ilusión esperanzada y el horror vacui: así vive la ciudad la cita de 2004, a la vuelta de la esquina.
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