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LA EXTRAÑA PAREJA
Columna
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Canibalismo de guante blanco

Yo, el canibalismo normal, el de los caníbales, no lo encuentro ni bien ni mal. Es como el sexo: siempre que haya consentimiento por ambas partes. Otra cosa es el apetito insaciable del FMI.

Como soy mucho más salvaje al elegir mis lecturas que el presidente de Miriam Tey durante su veraneo menorquín, me deleito últimamente con una serie de biografías de Idi Amín Dadá (IAD), que fue, junto con Bokassa, uno de mis dictadores favoritos. O ex dictadores, según se expresan muchos comentaristas actuales de la actualidad de cintura para arriba (los presentadores y la actualidad). Ex dictadores, ex tiranos, ex genocidas, ex torturadores y ex caníbales. La condición de ex chifla de verdad a muchos de mis congéneres, hasta el punto de que, no hace demasiado, en referencia a John F. Kennedy, le llamaron también ex presidente. ¿Para qué nos vamos a manchar la lengua mencionando un magnicidio? Será que dimitió por falta de quórum.

Dice que no puede vivir con Charito porque se ha hecho fundamentalista desde que la operaron de un aneurisma

Estaba yo leyendo una apasionante biografia del, por fin, definitivamente ex vivo IAD, y en ella se desliza la insinuación de que era como era e hizo lo que hizo porque la sífilis le había atacado el cerebro. Lo cual me recordó que Phil Bronstein, director del San Francisco Chronicle y ex marido en ciernes de Sharon Stone, ha ido diciendo por ahí que no puede vivir con Charito porque se ha hecho fundamentalista desde que la operaron de un aneurisma gravísimo. Sumen ustedes dos y dos y resultará que hay gente que cree que un cerebro sano sólo es capaz de concebir bondades a favor de la humanidad. Por ese camino, uno acaba por no creer en el Evil. Y francamente, queridos, no me gustaría llegar a la conclusión de que la Casa Blanca es simplemente un asilo que tiene arrecogida a una serie de majaretas.

En cuanto a Charito, dejen que rompa una piedra por ella. La vi (en fotos: como comprobarán por el hecho de que sigo en mis cabales) efectuando el saque de honor en un partido de rugby y, aunque llevaba una cruz muy vistosa colgando del cuello, eso no la convierte en ministrable del PP, ni mucho menos en señora en desuso. Lo que persigue el director del Chronicle es la mitad de la pasta de Sharon. Yo podría vivir con Stone (debajo, precisamente, de esa Stone; abjurando de mi fe en la santísima trinidad de la penetración milagrosa, múltiple e instantánea), aunque se hubiera hecho del Ku Klux Klan. Tratando de convencerla para que abandonara sus creencias, quiero decir, la arriba firmante pasaría una temporada mínimamente entretenida.

Pero volvamos a los ex dictadores. Nada de lesiones cerebrales. Idi Amín Dadá se entrenó en crueldad mientras perteneció, con todos los honores, al Ejército británico (hoy ex colonialista), y Bokassa vivió una fascinante experiencia similar en las filas del Ejército francés (hoy ex colonialista). De los monstruos creados por el imperante (y espero que pronto ex) Imperio, no tengo nada que decir, porque están a la vista de todos. Pensándolo bien, los españoles, ex colonialistas como el que más, nos distinguimos (como de costumbre: hoy como ayer somos el asombro del pasmo) por haber sabido criar en África al único gallego emigrante que volvió a casa y no plantó una palmera, sino que destruyó un país, convirtiéndose casi medio siglo después en ex dictador.

O sea, que en todas partes cuecen sífilis. O canibalismos. Porque hay muchas formas de comerse al otro. Yo, el canibalismo normal, el de los caníbales, no lo encuentro ni bien ni mal. Es como el sexo: siempre que haya mutuo consentimiento por ambas partes, que sean mentalmente ambos mayores de edad y que tanto el comensal como el menú disfruten del mismo tamaño e idéntico poder. En estas condiciones, que deben presidir toda relación, desde un simple boca-a-pene (plenamente integrada en el Synonimato me hallo) hasta una merienda de afroamericanos, cualquier tipo de expresión de afecto, incluida la polifagia, me parece aceptable.

Otra cosa es el apetito del FMI, también llamado Fondo Mondonguero, perdón, Monetario Internacional, tirando a insaciable. Su cubierto de cinco estrellas, en forma de ultimátum, pende en este momento sobre la cabeza recién levantándose del pueblo argentino. Qué les voy a decir: el FMI es el IAD de las finanzas mundializadas y, siempre a las órdenes de las compañías internacionales que se hicieron con los servicios públicos privatizados en Argentina, se dispone a rebañar otra buena tajada extra el próximo mes de septiembre. Casi tres mil millones de dólares a cuenta de los beneficios que dejaron de percibir las empresas extranjeras que esperaban conseguir más beneficios de los que consiguieron.

Una día de éstos, si reúno suficiente ex coraje, me lanzaré a leer la biografía del Fondo Monetario Internacional. Me estremezco sólo de pensarlo.

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