El verano y los años
El verano es siempre la estación de la exaltación del cuerpo. Calor y playa, esculturales bellezas, fiestas a lo bestia en cualquier rincón, programas de televisión diseñados para arruinar cualquier sensibilidad mínimamente espiritual,... Visto el panorama desde la atalaya de una tercera edad con demasiado mundo en las espaldas, el espectáculo despierta curiosidad. El cuerpo, más o menos castigado, se escapa del frenesí veraniego incapaz de seguir su ritmo. La mente, por contra, con una evolución divergente no deja de descubrir nuevos aunque brumosos horizontes.
Al ir acumulando años,... "hasta la negrura de la muerte acaba emitiendo destellos luminosos". Según se nos va acortando el recorrido vital tangible van surgiendo a borbotones infinidad de preguntas. Son como fascinantes Perseidas chisporroteando en el firmamento de nuestro yo. Es algo que inexorablemente nos obliga a "espabilar". Un viejo no rejuvenece dando saltos o corriendo la maratón. Lo hace intentando ser un entrometido indagador, infatigable buscador de respuestas trascendentes.
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