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OPINION DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Los políticos degradan la Maestranza

Estos días he leído de ciertos responsables políticos de Sevilla con cargo ejecutivo decir que no podemos pedir al Ministerio de Madrid equipararnos al Liceo de Barcelona o al Teatro Real de Madrid, en cuanto a dotación presupuestaria, porque estos espacios líricos cuentan con una historia centenaria a sus espaldas y a su lado el Maestranza palidecería. Pero, añado yo, sólo por la incompetencia de los que gestionan el consorcio que lo rige, no por su corta existencia.

Estos razonamientos los exponen nuestros representantes actuales y se quedan tan tranquilos, sin que otros políticos salgan al frente de semejante desatino. No parece sino que hubiera un consensuado complejo de inferioridad o, lo que es peor, una justificación "servida en bandeja" muy adecuada para no ampliar desde sus propias instituciones un presupuesto que a todas luces es tercermundista, como el que se dedica al Teatro de la Maestranza. Para la nueva temporada nos tendremos que conformar con cinco títulos de ópera y 18 pases frente a los 12 títulos y 113 funciones del Liceo, o los 15 títulos y 105 representaciones del Real.

Ya sabemos que aquellos teatros no son tan jóvenes como el nuestro, pero es que Liceo y Real, aún con su veteranía, no están aquí y que, si queremos asistir a la ópera, no todos tenemos posibilidades de desplazarnos a los espacios glorificados por la historia y también por nuestros conformistas políticos regionales, provinciales y locales.

Es lógico pensar que también Liceo y Real fueron espacios jóvenes, pero seguro que tuvieron mejores padrinos para su bautizo que está teniendo nuestro Maestranza de Sevilla.

Cuando nuestro coliseo llegue a ser centenario, si es que lo dejan llegar, los otros teatros -buques insignia de la lírica española- serán "bi" o "tri" centenarios. Y siempre habrá razón para que la discriminación se perpetúe y también para que nuestros políticos puedan seguir teniendo a mano esa coartada para justificar su cicatería con el Maestranza, ya que la poca respuesta del público no la pueden seguir esgrimiendo como hicieran en otro tiempo con el bulo de la falta de afición al género que había en Sevilla.

¿A alguien se le pasaría por la cabeza pensar, por ejemplo, que un hospital o un centro de enseñanza de nueva creación, por el hecho de ser reciente su construcción, quede infradotado aludiendo a su falta de veteranía; que tendría que pasar centurias para su homologación y que, mientras tanto, los enfermos o los alumnos de esos centros, como no son del área de los centenarios, que se desplacen o que esperen a que el tiempo arregle lo que la incapacidad y falta de voluntad de los responsables no han podido solventar?

Pues así razonan las cabezas de quienes nos representan y están al mando de nuestras instituciones, incluido el Consorcio del Teatro de la Maestranza (Junta, Ayuntamiento, Diputación y Ministerio).

No sé cuánto destinará el Ministerio de Madrid a cada uno de los teatros de solera (ni sé cuál es el régimen que rige cada uno de esos coliseos, ni la participación en ellos de sus correspondientes instituciones locales, provinciales o regionales), pero parece lógico que habría que exigir que el Maestranza sea tratado equitativamente como corresponde a la categoría de Sevilla con respecto a la de Madrid o Barcelona, en términos estrictamente de población y visitantes, dejando de lado otras consideraciones que no hacen sino institucionalizar la discriminación que hasta los propios discriminados (políticos) alientan para llenarse de razón que justifique su fracaso en la gestión del Maestranza.

Hay que salvar de la incompetencia generalizada que sufre nuestro Teatro a su director, José Luis Castro, quien al frente de un magnífico equipo logra hacer el milagro de estirar tan exiguos recursos con unos resultados encomiables que los alejan de cualquier complejo de inferioridad.

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