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Crónica:MOTOCICLISMO | Gran Premio de la República Checa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un duelo colosal

Rossi resiste por 42 milésimas de segundo las embestidas de Gibernau y gana otra carrera formidable

El motociclismo mundial está de enhorabuena. Y la culpa, en exclusiva, la tiene un corredor que, a sus 30 años, se ha hartado de viajar en el anonimato del pelotón. Sete Gibernau se llama el tipo que ha osado poner en solfa la dictadura que en la categoría de MotoGP venía imponiendo el mejor piloto que existe, el señor Valentino Rossi.

Vaya por delante que Rossi es mucho Rossi. Y por eso ganó ayer el Gran Premio de la República Checa. Tiene tantos recursos que es capaz de superar media docena de fallos, errores de principiante, como los que tuvo en el circuito de Brno. Tocó demasiado tarde el freno en unas cuantas curvas y se hartó de colarse. Como si no. Su capacidad para rectificar y colocar de nuevo en posición recta una máquina que pesa 145 kilos es sorprendente. Ayer se le vio nervioso. Necesitaba la victoria. Otra derrota ante Gibernau, que ya le ha ganado cuatro veces, habría disparado todas las alarmas. Venció Rossi en el último suspiro, en la última vuelta, en la antepenúltima curva, batiendo el récord de velocidad del circuito. Venció por 42 milésimas de segundo a un rival empeñado en hacerle la vida imposible.

Para poder imponerse el campeón tuvo que batir el récord de velocidad del circuito en la última vuelta
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Gibernau es más fino que el italiano conduciendo. No necesita derrapar en exceso, ni tumbarse demasiado, que cualquier día de éstos Rossi se pela los adhesivos del casco. Cuesta horrores que el español pierda la trazada y ayer, en un trazado sembrado de curvas, sólo tomó una de forma equivocada. Cuando Rossi intentó largarse, se lo impidió; cuando se vio en peligro por exceso de compañía, le robó medio segundo al reloj para alcanzar una zona más tranquila.

Ya en la salida se vio que aquello sería un duelo entre dos Ducati, las que conducen el italiano Loris Capirossi y el australino Troy Bayliss, y dos Honda, las de Rossi y Gibernau. Junto a ellos se escapó el también italiano Max Biaggi, al que cada día le cuesta más manejarse entre la multitud. Era el de Brno su escenario favorito, en el que ha ganado en siete ocasiones. Pero ayer se le fue la mano. En la tercera curva, cuando iba tras Bayliss y Rossi, le culeó la moto y Gibernau le rebasó con facilidad. Capirossi también andaba por allí y Carlos Checa, que finalizó el cuarto en su mejor carrera del año, hacía lo imposible por dar caza al quinteto de escapados, del que acabó descolgándose Biaggi.

Once vueltas aguantó Bayliss en cabeza pese a que sus perseguidores fueran lo mejor de cada casa. Desde la primera curva ocupó el liderato. Pero la sorprendente arrancada del australiano, más allá de que la Ducati sea la moto más veloz que existe, capaz de superar los 330 kilómetros por hora, tiene una explicación: el equipo le había colocado un neumático delantero blando. Y una goma blanda se agarra más al asfalto, lo que se traduce en una mayor velocidad. Pero también se desgasta antes. De ahí que la puesta en escena de Bayliss -un novato de 34 años, campeón del mundo de superbikes- fuera portentosa. Y de ahí que acabara reduciendo el ritmo.

En la undécima vuelta Rossi logró rebasarle. Y comenzó a poner metros de por medio. Pero Gibernau, que era el tercero, estaba poco dispuesto a que Rossi se largara. Sabía que aquél era un momento clave y no esperó para adelantar a Bayliss. Rossi miró para atrás y se disgustó. Porque escaparse del australiano era una cosa y escaparse del catalán otra bien distinta.

No se escapó. Aún es más: en el que fue su error más grave, entró en una curva como no lo hace un cadete, en línea recta, y fue adelantado ya no por Gibernau, sino también por las dos Ducati. Era la 16ª vuelta y entonces fue el barcelonés quien miró a su espalda. Y se formó un lío monumental: Bayliss adelantó a Sete, Capirossi se le puso en paralelo y el español rectificó, impidió que el italiano le superara y, por el mismo precio, rebasó al australiano. Todo ello en una curva. Y, mientras esto ocurría, Rossi decidió dar un golpe de autoridad: adelantó a todos.

Nada ocurrió en un rato, con Rossi al mando y Gibernau pegado a él. Pero aquél tomó una curva por el ángulo largo y, siendo como es éste un circuito que alcanza los 15 metros de ancho, lo que se encontró Sete delante fue una pradera de asfalto. Y allí que se fue.

Lo intentó Rossi de todas las maneras posibles y fracasó de todas las maneras posibles. Encaró Gibernau la última vuelta en el primer puesto y durante unos instantes pareció que Rossi sería incapaz de alcanzarle. Pero, como de costumbre, el campeón hizo el más difícil todavía. A tres curvas del final se metió no se sabe bien por qué hueco y rebasó a Sete, que lo intentó en el penúltimo giro, en el último, sin éxito. Rossi, a quien su pandilla acabó disfrazando de presidiario, cadenas incluidas, había firmado la vuelta más rápida jamás dada en una carrera en este circuito. En 1m 59,769s recorrió los últimos 5.245 metros, a 162,13 kilómetros por hora de media. Así consiguió entrar el primero, con el español pegado a él, a un suspiro, a un pestañeo, a 42 milésimas de segundo, maravilloso final para el mejor duelo que el motociclismo ha visto en los últimos tiempos.

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