Las mil caras de la fiesta de las fiestas
Las metamorfosis de Gràcia, un barrio cerrado al tráfico y tomado por una variopinta multitud
No hay una sola fiesta mayor de Gràcia, la más popular del verano barcelonés. Tampoco hay un visitante tipo. El abanico de público es tan amplio como el de actividades. El barrio y sus visitantes van cambiando de fisonomía según la hora del día. Desde el silencio con el que amanecen las calles y plazas hasta el punto máximo de la juerga, el ambiente se abre y se cierra cada día en un círculo que se repite durante toda la semana. Así son 24 horas del fin de semana en las fiestas de Gràcia.
- 8.00 horas. Silencio. Sólo la presencia de decenas de operarios de la limpieza armados con mangueras rompe el silencio con el que amanece el barrio. Los restos de una noche frenética cubren las calles del barrio con toneladas de vasos de plástico, latas y botellas hasta que el agua las deja de nuevo relucientes para una nueva jornada de jolgorio.
- 10.00 horas. Lento despertar. Las calles se desperezan, pero muy lentamente. La noche fue larga y no hay prisa. Mujeres con carritos de la compra camino del mercado, repartidores de butano, vecinos que van a comprar el periódico y algunos comercios que levantan las persianas, son las únicas señales de vida.
- 12.00 horas. Gràcia para los 'graciencs'. Cortadas las calles, el barrio es más que nunca territorio acotado para sus vecinos. El programa de festejos se pone de nuevo en marcha y los niños son los protagonistas de las actividades que organizan las calles engalanadas. Guerras de globos de agua, talleres de manualidades o gincanas son algunas de ellas. Aunque están abiertas a toda la ciudad, la mayoría de los niños que participan son del barrio, y muchos acuden solos. Es lo que tiene la suma de proximidad y calles cortadas: los padres pueden quedarse en casa tranquilos.
- 15.00 horas. Mucho calor y algún turista. Algunas calles celebran sardinadas o comidas populares, pero la mayoría guarda las energías para más tarde. El calor invita a recogerse en casa o a charlar en la sombra. Pero los más pequeños no dan tregua y sacan el máximo provecho de la ausencia de tráfico rodado. En la calle de Providència, convertida en un retazo del Lejano Oeste, alguien ha sacado una piscina hinchable a la calle. Sobra decir que triunfa. Mediodía es también la hora en que algunos turistas aprovechan para acercarse al barrio, tomar un aperitivo en alguna terraza y maravillarse ante los decorados callejeros.
- 18.00 horas. La marabunta. Como si todos los barceloneses despertaran de la siesta a la misma hora, los principales accesos al barrio, y particularmente la estación de metro de Fontana, son un hormiguero que no se detendrá hasta más allá de la medianoche. Ahora, el grueso de la multitud está formado por familias o parejas de mediana edad llegadas de toda la ciudad que se disponen a pasar la tarde en el barrio. Los cochecitos infantiles, los helados y la horchata son los reyes.
- 20.00 horas. Con el mapa en la mano. El programa con el plano del barrio es la guía que lleva a la gente de una calle a otra, y son frecuentes las expresiones de admiración por los decorados. Que si esta tiene muchos puntos para ganar, que si la otra era mejor el año pasado... quinielas, en fin.
- 22.00 horas. Fiambreras a la calle. La cena de fiambrera no falta en el programa de ninguna calle. ¿Hay algo más placentero para los vecinos que sacar mesas, sillas, manteles y comida al asfalto y compartir una buena cena? Los visitantes también llenan la panza. Los locales no paran. Los hay para todos los paladares y bolsillos. Muy concurridos los abundantes restaurantes de comida oriental que desde hace años pueblan el barrio.
- 24.00 horas. Donde no cabe un alfiler, caben 20 orquestas. Más de 20 orquestas y grupos suenan a la vez mientras decenas de miles de cuerpos bronceados sudan al ritmo de la música. Bailan apretados, pero qué más da. El cafre Paquito el Chocolatero, la canción del verano, pasodobles, sonidos de los años ochenta, ritmos alternativos y mestizos, y disc jockeys. Hay para todos los gustos, edades y condiciones, aunque la inmensa mayoría son jóvenes de la ciudad. Sorprende la abundancia de adolescentes que parecen tener en esta fiesta uno de los primeros permisos de los padres para llegar a las tantas. Lo aprovechan al máximo.
- 2.00 horas. El barrio continúa tomado. Y la cerveza fluyendo de los surtidores. Además de los asiduos, cada año son más los jóvenes turistas que suben a Gràcia. El ayuntamiento promociona la fiesta, pero no se han enterado: se vende sola. Están alucinados.
- 4.00 horas. La cama puede esperar. Pasa media hora del horario de cierre y, aunque la música ha callado, la gente tiene todavía ganas de marcha. En grupos, los visitantes más jóvenes permanecen charlando sentados en corro mientras otros van abandonando el barrio. Con muchos remolones todavía merodeando por calles y plazas, aparecen en el escenario las brigadas de limpiezas y vuelta a empezar. La cuadratura del círculo.
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