Mirando desde el oído

Las diferentes escuelas de historiografía artística se han dedicado casi en exclusiva al estudio de las "artes visuales", de los significados icónicos y de la manera de percibirlos, desterrando de su campo de estudio a la música, arte que ha reclamado un tipo de especialista concreto: el musicólogo. Esta diferenciación profesional entre historiadores y musicólogos ha hecho que sean realmente escasos los estudios y ensayos interdisciplinares y, por tanto, que hayan sido malinterpretadas o desdeñadas una serie muy diversa de obras realizadas durante el siglo XX en las que lo sonoro interfiere en lo espacial y lo corporal, o aquellas en las que lo visual y lo material se hace sonido. No me refiero, en cualquier caso, al análisis del trabajo de artistas que pintan cuadros influidos por la música o de compositores que traducen a notas y acordes los valores cromáticos.

La modernidad vanguardista surgida con los albores del siglo XX supuso no sólo el replanteamiento disciplinar de cada una de las artes, sino un radical cambio en las relaciones establecidas entre ellas. Así, la música se abrirá a nuevas experiencias con ruidos y sonidos inespecíficos que tienen su parangón en los sucesivos avances de las artes plásticas en temas como el collage, la materialidad, la aleatoriedad y el gestualismo, sin olvidar la conceptualización que se genera desde los dadaísmos y futurismos. Así, mientras que ciertos músicos experimentan con la idea de escuchar con los ojos, algunos artistas visuales intentan mirar desde el oído.

Todo este largo y extenso universo de relaciones entre sonido e imagen, fuera de los recursos narrativos del cine, es estudiado y expuesto por Javier Ariza, profesor de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, en un texto analítico que desgrana desde presupuestos historiográficos los apasionantes fenómenos de la hibridación, fusión, mezcla e influencias entre el mundo de la creación plástica y el de los sonidos. Muy posiblemente, la dificultad para realizar este tipo de estudios se deba a problemas puramente historiográficos que impiden a expertos en artes plásticas enfrentarse con los fenómenos sonoros y al desprecio que los musicólogos suelen desarrollar frente a las formas híbridas que, a los ojos de los más, atentan contra lo específicamente musical.

En este sentido, el libro Las imágenes del sonido se arriesga a romper esta inercia estableciendo categorías y tipos de obras que son descritas con claridad y profusión de ejemplos, por lo que la publicación resulta ser muy útil. Partiendo del legado de las vanguardias, analiza casos ya tópicos, como el de John Cage o Fluxus, pero arriesga también en ideas y conceptos como los de "espacio sonoro", "paisaje sonoro" y hörspiel, describiendo obras y citando autores poco frecuentes en el panorama español.