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OPINIÓN
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Con normalidad?

La realidad monstruosa e implacable del terrorismo hace que quienes tienen que convivir con él terminen entrando en el juego de buscar algún tipo de justificación ante algo que se ve como inevitable ("si siguen matando, y algunos lo defienden, alguna razón habrá"). La mayoría prefiere no indagar en exceso ante las dificultades de encontrar un esquema medianamente razonable que concilie la ética con la machacona realidad. Los políticos no pueden evadirse y acaban elaborando un prontuario de actuación políticamente correcta en el sentido deseado. Esa es una de las razones que un observador ajeno a la realidad de este país puede encontrar para resolver el enigma de porqué un partido como el PNV, claramente conservador, que aglutina a gran parte de la clase media vasca y dispone de todos los resortes de poder, se lanza a la aventura de la búsqueda de El Dorado, poniendo en juego el presente de una sociedad como la vasca, que disfruta de una calidad de vida como pocas en el mundo capitalista y muy superior a la media española.

En todo caso, la conclusión a la que llegaron aquellos que finalmente tomaron la decisión de dar un golpe de timón fue que era el momento adecuado para lanzar su programa máximo. Y creo que lo que apreciaron fue la confirmación de la profunda división generada en la clase política española por la forma en que Aznar y quienes le auparon consiguieron el poder y el estilo con que lo gestionan. Parece que los nacionalistas han percibido una ventana de oportunidad histórica. Consideran que los obstáculos que se oponen a la consecución de sus objetivos no son de una entidad extraordinaria: existe una fisura insalvable entre los partidos nacionales, gestos al margen; el PSOE navega sin rumbo y dividido, precisamente por la presión de los nacionalismos; el PP es un tigre de papel y los poderes fácticos (lo que sea eso) están desaparecidos.

Posiblemente es lo que piensan los dirigentes del PNV. Tienden a creer que la corriente histórica les favorece y que las sociedades vasca y española se rendirán a sus planteamientos. Como dice Ibarretxe, en referencia tal vez a ejemplos contemporáneos y confundiendo deseos con realidad, todo ello "con tranquilidad y normalidad". Pero el error de apreciación nacionalista, inducido por la indiferencia con la que Madrid asume los constantes desplantes, por la suavidad con la que se siente desde Euskadi la presión de los poderes del Estado, por el bienestar económico, por la proximidad tranquilizadora de Europa y sus instituciones y por la falta de oposición con la que el nacionalismo vasco va "construyendo país", impedirá, en mi opinión, que el PNV se detenga antes de que sea demasiado tarde y de que la sociedad vasca termine por fracturarse y de que España haga honor al devenir trágico que su trayectoria como nación ha acreditado durante los últimos siglos. ¿Alguien puede encontrar algún asidero en nuestra historia o en nuestra evolución de los últimos años que ampare la posibilidad de que el PNV pueda alcanzar sus pretensiones "con normalidad y tranquilidad"?

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