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LA EXTRAÑA PAREJA
Columna
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País Donante y Tomante

Personalmente aspiro a que ni uno solo de nuestros muchachos padezca en Irak el más mínimo de los males y además me solidarizo, y lo seguiré haciendo, con el sufrimiento que les produce el calor que pasan y pasarán las criaturas. Rezo para que nunca les falle la cantimplora, ni se queden sin luz como los iraquíes. Espero que regresen sanos y salvos a los brazos de sus familias, sin haberse manchado las manos con sangre ajena, y que nunca más les obliguen a realizar labores humanitarias en ningún otro país del globo.

Dicho lo cual, pregunto: ¿es una buena idea colocar el toro de Osborne, tamaño natural y recortado cual vigía en carretera andaluza, en todo lo alto de la entrada a la base de Diwaniya? ¿Resultaba necesario aterrar a la indefensa población iraquí con semejante imagen viril y apabullante, pareja demostración de la hombría y el valor típicamente españoles? ¿Todo el pinche toro y sus megaatributos colgando cual badajo representándonos en tierra de mezquitas? Lo digo más que nada por sentido práctico. ¿Bastará eso (y tal vez una foto de Ana Palacio con mantilla y otra de Trillo acarreando el paso de la Fuensanta, y otra de las manos de Botella, tan disuasivas cuando se contemplan en primer plano: parecen del papa Inocencio) para mantener a raya al Infiel? ¿Para que el Infiel sepa la clase de machotes con los que va a tratar? Ya había leído yo unas declaraciones del general don Alfredo Cardona, cuya vida guarde Dios muchos años, de las que inferí algo así como que éstos se iban a enterar como le tocaran el contingente. ¿Se refería al contingente que cuelga del toro instalado en la techumbre de la mera base?

Arnold Schwarzenegger. Alguien osará decir que es mejor tener a una actriz porno como gobernadora del gran Estado que a Julián Muñoz de alcalde de Marbella

Siendo lo del toro cierto, me digo ahora que lo que vi hace unas semanas no fue una alucinación (recuérdenme que me borre del programa de Anacrónicos Insomnes). Les digo que contemplé un desfile de los legionarios del Tercio don Juan de Austria, incluidos en la Brigada Plus Ultra, acompañados por la cabra reglamentaria, y no, no puede ser, me dije, por un mono como el del anís pero vestido de turco con su fez en la cabeza. Le has estado dando al Barbadillo más de la cuenta, debe tratarse de una alucinación, me amonesté, y no quise seguir pensando en ello. Pero desde que he comprobado que, en Diwaniya, la brigada humanitaria ha puesto un toro cual pica en Flandes, ya no estoy tan segura. ¡Un macaco vestido a la otomana, triscando entre iraquíes! Es como lo más en materia de

software para relacionarse con los indígenas. Así que rezaré también por el mono y el toro.

¿No hubiera sido mejor sentar en todo lo alto a Ferran Adriá, símbolo de nuestra modernidad absoluta y de que, aquí en casa, el que pasa hambre es porque quiere?

Pensándolo bien, tenemos demasiados escrúpulos. Los españoles deberíamos ir por ahí sacando pecho a causa de nuestros símbolos patrios más tradicionales, e incluso de nuestras catástrofes patrias más arraigadas. En ese sentido, el propio presidente Aznar, cuyo nombre quiera el Señor engrandecer aún más, hace lo imposible para que aceptemos que comportarse sin complejos es algo a lo que todavía podemos aspirar, porque no pasa nada y nadie tiene que rendir cuentas. Mentir y no pedir excusas. Emparentar a la familia con Berlusconi y no rezar ni un padrenuestro. Como dice Bush, waw!

Lo de Marbella y la Comunidad de Madrid, por ejemplo, no debería abochornarnos. ¿Qué tiene que envidiarle Marbella a California? Alguien osará decir que es mejor tener a una actriz porno como gobernadora (ya no digo a Schwarzenegger como gobernador) del gran Estado que a Julián Muñoz de alcalde de la bella villa meridional. Mas quien eso diga se equivoca. Si yo tuviera voz y voto en cualquiera de las dos circunstancias, si yo pudiera dirimir la elección del hombre que nació de Nadiuska (en Conan el bárbaro: cuando Arnie era Jorge Sanz) o en la destitución del hombre que devolvió la sonrisa a la Pantoja, no lo dudaría ni un momento.

Escogería, y lo digo bien alto, al toro de Osborne y al mono vestido de turco. Al menos, ellos tienen una chance de conquistar un día u otro el amor de Estefanía de Mónaco, que se pirra por lo circense y a quien le ha ido mejor en las pistas que en palacio.

Todas estas temáticas nos suceden porque somos un País Donante. Lo mejor que podemos aportar, aparte de los símbolos arraigados en nuestro acerbo acervo (gracias, san Synónimus, una vez más), es que asumimos nuestra condición sin perder la de País Tomante.

Y eso, queridos, es lo que más nos puede ayudar a confraternizar con los nativos.

REUTERS

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