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Detenida en Estrasburgo una familia por la tortura y muerte de un niño de 9 años

El pequeño vivió en su domicilio, atado de pies y manos, un "calvario de varios días"

Tras las primeras pesquisas, la policía relataba así lo sucedido: "El niño ha vivido un verdadero calvario, con un maltrato que duró varios días". Los agentes también hablaron de un "desencadenamiento de violencia" y de un comportamiento "de una brutalidad asombrosa" que la autopsia se encargará de detallar.

En el apartamento insalubre donde murió Nicolás vivían su padre, de 45 años, su madre, de 31, el tío, la abuela materna y otras tres niñas de 6, 11 y 12 años, que ahora están en una casa de acogida. Compartían la vivienda con siete gatos y un perro.

Enterados de la noticia, los vecinos no salían de su asombro. Fátima Venkatasamy se enteró por una vecina de que las urgencias sanitarias se habían llevado a un niño. "Pensé que la emergencia era a causa del calor". No podía imaginar que era el pequeño Nicolás, compañero de clase de su hija Laura, de ocho años. "No habría podido imaginar una cosa como esa. Si lo hubiera sabido lo habría denunciado". "Nicolás hacía muchas travesuras, no hacía bien sus deberes y se peleaba a menudo en la escuela, pero era como cualquier otro de sus compañeros", cuenta la hija de Fátima. Sostiene una foto de la escuela en la que aparece ella misma y, no lejos, el infortunado Nicolás, un niño rubio de amplia sonrisa.

"Se parecía mucho a su padre y es verdad que era revoltoso, pero de ahí a ser maltratado", continúa la señora Venkatasamy, que no sale de su estupor. El pasado sábado, cuando murió el pequeño, ella estuvo fuera, pero tampoco recuerda nada de particular en los días precedentes. "El padre de Nicolás llevaba casi todos los días a sus hijos a la escuela y hablaba a menudo con mi marido. Incluso había venido a nuestra casa algunas veces por Año Nuevo", recuerda.

Peleas y gritos

En las caras de otros vecinos del inmueble, de siete pisos, se lee la misma consternación. Es un edificio "tranquilo" que forma parte de un vasto complejo de viviendas sociales de alquiler rodeado de árboles en el barrio de Hautpierre, a las afueras de Estrasburgo. La familia de Nicolás vivía en el cuarto piso, sumida en la miseria.

"Es un golpe duro", dice la vecina del sexto, que mantenía contactos regulares con la familia del pequeño, instalada allí unos doce años atrás. "Durante dos años las niñas venían frecuentemente a pedirme huevos, leche, harina o café. Yo lo hacía de corazón porque sabía que ni la madre ni el padre tenían trabajo", prosigue.

"Se gritaba mucho en esa casa, pero estábamos lejos de suponer que también se pegaba. El padre era un vocinglero pero no un alcohólico", asegura una mujer que prefiere guardar el anonimato. Cuenta que la familia no salía a menudo, pero que, desde hacía algún tiempo, ya no se les veía, ni se les escuchaba. "Creímos que se habían marchado", añade.

Otro vecino del edificio acaba de enterarse de la noticia y no acaba de creerlo. "De tarde en tarde se les escuchaba pelearse, gritar, sobre todo el señor, él gritaba siempre", añade, sin poder precisar mucho más.

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