Tite Curet Alonso, compositor
Catalino Tite Curet Alonso, uno de los más ilustres compositores del Caribe hispano, falleció el 5 de agosto, a los 77 años, en un hospital de Baltimore (Estados Unidos), víctima de una dolencia respiratoria. Su muerte provocó consternación en San Juan, donde era muy querido: su cancionero le ponía a la altura de leyendas como Rafael Hernández.
Desde 1965, la firma de Tite Curet apareció en centenares de discos de salsa. Su nombre era garantía de melodías elegantes, letras cuidadas, marcadas por el refinamiento psicológico y el compromiso social, con abundantes denuncias de injusticias.
Entre las 1.200 canciones suyas grabadas figuran Puro teatro, Isadora, La oportunidad, La tirana, Pa' los caseríos, Saborí, Piraña, Plantación adentro, Las caras lindas, Periódico de ayer, Juanito Alimaña o La esencia del guaguancó. Rubén Blades le reconoció como inspiración en su proyecto revolucionario de cargar con contenidos la música tropical y cantó temas suyos. Y es que la lista de intérpretes de Tite es un quién es quién de la salsa: Celia Cruz, Cheo Feliciano, Maelo Rivera, Roberto Roena, La Lupe, Sonora Matancera, Ray Barretto, Bobby Valentín, Sonora Ponceña, Lalo Rodríguez...
Nacido en 1926 en Guayama (Puerto Rico), creció en Santurce y trabajó como cartero hasta su jubilación. En contra de lo que se podía esperar, no pudo rentabilizar su talento de autor y -como otro gigante, el venezolano Simón Díaz- fue engañado por editoriales y discográficas; los enfrentamientos con emisoras puertorriqueñas que no querían pagarle derechos de autor le dieron muchos disgustos, no compensados por reconocimientos oficiales como la Biblioteca Curet Alonso. Hasta el final, sufrió estrecheces inimaginables para una figura de su talla.
Sin embargo, no perdió nunca el buen humor y la capacidad para conectar con la gente común. Siempre reivindicó su negritud, lo que no le impedía reconvenir a los cantantes de Puerto Rico que, tras estancias en EE UU, masacraban el español. Presumía de haber superado el alcoholismo y decía que lo que vino después fue una prórroga que aprovechó al máximo.
Ejerció de periodista callejero y, siempre unido a la radio, hizo Tropicalísimo, un espacio deliciosamente coloquial en Radio Universidad. También escribió un libro de evocaciones y anécdotas, La vida misma (1985), donde revelaba interioridades del mundo de la salsa. Allí explicaba que su gran impulso como compositor llegó al escuchar a La Lupe interpretando boleros dramáticos. A través de Pancho Cristal, el productor del sello Tico, envió a la volcánica cubana una impresionante trilogía que explotaba su ansia de revancha femenina: La tirana, Carcajada final y Puro teatro (años después, esa interpretación cerraría la película Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Pedro Almodóvar). De pasada, Curet Alonso comentaba que cobró 500 dólares por canción; se consolaba diciendo que sentía tocar la gloria cuando se le mencionaba junto a La Yiyiyi.
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