El hecho religioso
Por hache o por be, a los españoles siempre nos pillan en fuera de juego. Las universales alabanzas a Pablo VI con motivo de su muerte nos sorprenden discutiendo a brazo partido sobre las referencias a la Iglesia católica en la Constitución. Hay acuerdo en las autonomías, en libertades y derechos, en la monarquía... Pero con la Iglesia hemos topado. Los democristianos de UCD y Fraga quieren incluir las exigencias de la Conferencia Episcopal sobre enseñanza. Los socialistas dicen que una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa: religión en la escuela, de acuerdo; católicos obligatorios, no. El PSOE da por roto el consenso y amenaza: si se reabre la cuestión religiosa se reabre todo. La nueva ley antiterrorista está bloqueada. El PSOE, cuando se echa al monte, se echa de verdad.
Esto pasa porque, en cuanto nos descuidamos, a los españoles nos sale el fondo cainita, agarramos la quijada de burro y salimos en busca del hermano echando babas. Por cierto, ¿alguien sabe por qué era de burro la quijada con la que Caín mató a Abel? Y, sobre todo, ¿qué hacía una quijada de burro abandonada en el paraíso? ¿Acaso morían los burros? ¿No éramos todos iguales e inmortales? Y, por otra parte, ¿no había servicio de recogida de animales muertos? Pues vaya paraíso.
No sé si debería hacer estas bromas. Confío en que no me juzguen por lo eclesiástico, como a Albert Boadella le han juzgado por lo militar. Ésta es una práctica bastante curiosa que se mantiene en España: cuando un militar se siente ofendido o aludido por un civil, al civil se le aplica el Código Militar. A Boadella lo han procesado, juzgado y condenado, y permanece huido desde que saltó en camisón por la ventana del Hospital Clínico. Condenado por lo militar. De seguir esta lógica, si alguien mata a un fontanero, deberían juzgarlo por el manual de instrucciones de la lavadora, y si la noche del sábado sale a bailar y llega borracho a casa, en lugar de su mujer que lo juzgue John Travolta.
En fin, oiga, que lo juzgue la mujer o el marido, que también puede ser la mujer quien llegue a las tantas y borracha, no me vayan a juzgar a mí por lo feminista. También las feministas exigen cosas para la Constitución, también. Ayer presentaron su carta a los Reyes Magos: derecho al divorcio, igualdad de los cónyuges en el matrimonio y derecho a la planificación familiar. Ojo al dato, como dice José María García, ojito, ojito, ojito con el concepto de la planificación familiar, que puede suponer el primer paso para la despenalización del aborto. ¡Atrás, endemoniadas!
La derecha se seca los sudores y murmura: si ya hemos despenalizado el adulterio y la píldora, ¿qué más quieren estas machorras? Leen que el mes pasado nació en Londres el primer bebé probeta y se tapan la cara con las manos: ¡sin intervención de Dios! Desde que la Guardia Civil no vigila a los gitanos, ya no se respeta nada. "¡El Lute acabará siendo un respetable abogado!", exclaman.
Y encima se rompe el consenso constitucional por las clases de religión. Cuarenta años con los curas en clase y quieren seguir. Son infatigables. Podrían preguntar a los niños qué quieren estudiar, pero quién les baja del monopatín. Además, a los niños les pasará como a todos: la mitad de los españoles no sabe qué votar sobre la Constitución, y el 31% no tiene ni idea de qué va.
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