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Crítica:FERIA DE VITORIA | LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Del tumulto se pasó al orejismo

Con los tres primeros toros de ayer parecía que se iban a acabar los palitos de las exclamaciones. Palitos que hubieran hecho falta para poner las duras palabras de fuera, fuera, fuera, más fraude, fraude, fraude, más robo y esto es un atraco. Esos toros tullidos, que parecían drogados, que estaban sin alma ni todo lo que un toro de lidia tiene, fue la muestra de un espectáculo denigrante. La parte negra y más negra de la fiesta que están infectando tantos taurinos de tres al cuarto. Sinvergüenzas del tocomocho y del halago permanente.

Por si la caída de los toros era motivada por la dureza del coso, ahí empezó la verbena en forma de camión con unas rejillas peinando la arena. Más tarde la labor de volver a pintar de cal los dos anillos preceptivos...

Osborne / Ubrique, Cordobés, Califa

Toros herederos de J. L. Osborne, 1º, devuelto. Este primero y los dos siguientes, inválidos; 4º y 5º, buenos; 3º y 6º, mansos. Jesulín de Ubrique: media estocada y descabello (silencio); estocada desprendida -aviso- cae el toro (oreja). El Cordobés: pinchazo y estocada (oreja); estocada desprendida (oreja y petición de otra). El Califa: estocada perpendicular delantera y descabello (aplausos); dos pinchazos -aviso- pinchazo hondo y descabello (silencio). Plaza de toros de Vitoria, 6 de agosto. 2ª de feria. Tres cuartos de entrada escasos.

Pues, una vez hecha esa operación de cirugía estética al suelo, el tercer toro también volvió a caerse. Ahora bien, el público cambió la idea de armar un tumulto mayúsculo para acabar de echarse en brazos de los toreros. Y así empezó a pedir orejas con furia de viento tempestuoso. Una para Jesulín en su segundo, otra para El Cordobés en su primero y dos para su segundo, que al final el presidente, con buen criterio, dejó en un solo apéndice.

Jesulín de Ubrique no hizo nada en su primero porque era un toro piltrafa. En su segundo, que tenía un pitón derecho excelente, lo toreó por ese lado con templanza. Cinco series con la derecha de cierto empaque llevando al toro toreado. Por el pitón izquierdo, ahí el toro recortaba y no pudo lucirse.

El Cordobés, a un toro que era otra piltrafa, y además cojo, a base de engañar al público y de hacer un toreo cómico circense, consiguió que ese público dulzón le diera una oreja. A su segundo, El Pere dejó prendidos dos buenos pares de banderillas. El Cordobés a un toro que embestía por los pitones le hizo una faena donde los derechazos tenían la cualidad de estar ligados, pero sin atesorar demasiada calidad artística. Los naturales los ejecutó de manera más desbaratada, fueron atropellados y vulgares. Remató con varios "saltos de la rana" para deleite de ese público tan facilón. Y ese público fue el que le pidió al presidente la segunda oreja, sin que en realidad mereciera ni una siquiera.

El Califa, a su primero, flojo de los cuartos traseros y mansote, puso toda la voluntad imaginable para torear por naturales y derechazos, mas no consiguió dejar en la arena ningún pase decente. En su segundo toro, sexto de la tarde, intentó, y lo logró, dar un pase cambiado en el centro del ruedo y dos sucintas tandas de derechazos a bastante distancia. Sin embargo, el toro, como era manso, se iba continuamente a toriles. El torero trataba de arrastrar al toro hacia el centro de la plaza, lejos de la querencia que le pedía su mansedumbre. A partir de ese momento el toro empezó a colarse tanto por la derecha como por la izquierda. El torero puso voluntad y nada más. Dio pases de rodillas para la galería y un desplante. No tuvo su tarde. Los toros tampoco le acompañaron.

El Cordobés, con su segundo toro.
El Cordobés, con su segundo toro.L. RICO

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