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VISTO / OÍDO
Columna
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Spam

Asusta leer títulos como Un pacto para acabar con la pobreza mundial (ayer, aquí, por Sakiko Fukuda-Parr, directora del Informe sobre Desarrollo Humano 2003 de la ONU, y Jeffrey Sachs, catedrático de Economía y director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia). Es uno de esos mensajes indeseados y a veces peligrosos, por sus virus, que recibimos en nuestro e-mail, un spam. Se repite desde hace siglos y ahora dice: "Con menos de un 1% de los ingresos anuales de los países ricos, el sufrimiento de los pobres extremos podría verse significativamente reducido, e incluso podría ser eliminado". Primero: nunca, ningún país rico entregará a los pobres nada, a no ser proyectiles. Segundo: si el país pobre mejora, se lo robarán. La pobreza existe porque existe la riqueza. El dinero es centrípeto. Entre tantas fantasías del "sentido de la vida" (ya se sabe que no lo tiene), una realista es la acumulación de más dinero en menos manos, hasta llegar a la cúspide del hombre más rico del mundo. No es una formación geológica como el Himalaya: es una actividad humana que consiste en este acaparamiento. Vendrá de los oscuros tiempos en que no había nada para comer y se pegaban garrotazos; una cosa digamos darwiniana. Un fascismo, decimos nosotros. En la riqueza no sólo hay ese deseo de seguridad, o el impulso artístico de ser el mejor, sino la voluntad firme de que los demás no asciendan para que no les "quiten" lo "suyo". Es mejor pagar guardia civil, puertas blindadas, escoltas, o, siguiendo la espiral, bombas atómicas y cuerpos expedicionarios antes que dejar que los otros "tengan".

Lean, aquí, a Vargas Llosa, viajero de Irak: la culpa del hambre la tiene Sadam, que ascendió a la pirámide, y su intención era robar a Estados Unidos. Qué pena da el extraordinario escritor que se equivocó dos veces: una, al ser comunista; otra, al ser anticomunista (como escritor, digo: como político, ya se ve que no). Bueno, tema aparte. Lo de "dar" significaría "devolver", aunque con otra semántica. Se solía utilizar "caridad". La sabiduría popular lo había visto bien; "El señor don Juan de Robres, con caridad sin igual, hizo este santo hospital, mas antes hizo los pobres". Ah, decíamos "caridad, no; justicia social, sí": pero la verdad es que no hay que dejar de dar. Ese mendigo necesita una copa, un porro, para salir un instante de su realidad.

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