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Columna
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Que viva san Celedón

Ya el Santo Moreno subió al "cielico" con el Pobre de mí y la traca final. Y el Tour fue ganado "contra Navarra" y su Miguelón , por un gringo antipático. Días de julio en que la somnolencia veraniega, la modorra, puede con la parroquia.

Ahora, que Las Alturas están tan abarrotadas por oleadas repobladoras (San José María, y otras nuevas adquisiciones locales), quizá por hacer sitio o por costumbre o por simple generosidad, baja en la Plaza más festiva de Europa este cuatro de agosto (y así desde 1957), San Celedón con su paraguas. Y ya no habrá descanso para los amantes de la fiesta-libertaria durante todo agosto (abstenerse los mayores de veinticinco).

Alcohol, humo y noche brava; encuentros entusiastas que luego se olvidarán durante el año, espacios festivos feroces y más bien sucios; iconoclastia y un punto de rebeldía que se agotará en la propia fiesta. (Con un respiro, eso sí durante la Semana Grande donostiarra, fiesta-espectáculo de artilleros con patilla, quincena musical y pincho en la Parte Vieja.

"Pero, lo que en esta ciudad en sorprendente expansión, se echa en falta es la 'fiesta-espectáculo'. La fiesta por la fiesta la pone cada cuál. Cervecita por aquí, paseo por allá..."

Una fiesta más de Corte y distinción, (abstenerse los menores de veinticinco), propia para funcionarios, técnicos de gestión, padres y abuelos, profesiones liberales y amantes del jazz y la buena vida.

Terminará agosto con Marijaia (o viceversa), que no asciende sino que baja a los infiernos del rio Nervión, la endemoniada. Pero que, desde los años setenta, reivindica la fiesta-libertaria al gusto de Txomin Barullo y Natxo de Felipe (antes de su patética gala navideña).

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Las querían más salvajes, más "participativas". Al modo de los Sanfermines y La Blanca de toda la vida. Un poco aldeanas, un punto más imprevistas, misteriosas, inciertas y cargadas de humor y aventura a plazo; de cofradías juveniles, de indisciplina urbana.

Porque, luego, está la fiesta-comunitaria, la fiesta-foro, la fiesta-espectáculo, y hasta la fiesta-autoritaria. De la última, abstenerse. Ya estuvimos bien servidos con las de la Plaza de Oriente y sus réplicas locales (abstenerse, pero no olvidar).

La fiesta-comunitaria sobrevive hoy en los márgenes. Fue central en cada pueblo cuando todos vivíamos en pueblos. Apoteosis de lo propio y lo local. Campanas, bolos y Misa Mayor. Hoy se ha reducido a los banquetes familiares en fiestas. De las fiestas-foro, donde el protagonismo es el ciudadano, conmemorativas de grandes hechos sociales (Estatuto de Gernika, por entendernos), apenas si sabemos.

Pero, lo que en esta ciudad en expansión, socavón abierto a nuevos proyectos, se echa en falta es la fiesta-espectáculo. La fiesta por la fiesta la pone cada cuál. Cervecita aquí, paseo por allá, fino-fino en la Casa de Andalucía.

Pero faltan conciertos y audiciones de piano, faltan representaciones teatrales más variadas (incluso callejeras), faltan bandas de Nueva Orleans en esta ciudad-jazz, falta una feria taurina de campanillas (como la tiene Donostia).

Falta todo eso que forma parte de la fiesta de los otros cincuenta mil (no seamos tan optimistas en una ciudad sin carácter como Vitoria) que echaba en falta el Pregonero de este año.

Pero, San Celedón pertenece a las jóvenes hordas festivas que le recibirán en La Blanca. Que viva San Celedón, man que...

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