L'état c'est moi?
El fascismo no es más que la democracia en manos de unos pocos. Si la personalización de la vida pública la hacen todos, hay democracia, si la hacen cuatro, es fascismo, más patético cuanto más simulen. De los reyes pastores a Luis XIV la historia del poder es un proceso de lucha de dos serpientes, la del poder personal, patrimonializado y la del poder abstracto que a nadie rechaza por principio. Una testa que consiguió ser tan grande como su corona, Luis XIV, cuando rugía a los vientos l'état c'est moi -el Estado soy yo- proclamaba que todos los poderes y dominios abstractos que debían limitar su omnipotencia los tenía él en el bolsillo, calentándole las pelotas.
Otro rey Luis, no tan sol y con dos palitos más, fue degollado, quizá, para que el poder no se evadiera ni loco de lo abstracto, impersonal, estadístico y omniciudadano. Lástima de guerras, sangres, derribos y contraderribos malgastados por siglos para conseguir la simple "fundación verbal" de unos principios pronto machacados en todo tiempo y lugar por los felicitadísimos imperios pasados, recientes, vigentes o por venir. Ningún imperio es más que la compañía teatral del emperador.
Lloramos por los dictadores del chocolate del loro, pequeños tipos que dominan pequeños países y rara vez son colgados de un gancho, que acrecientan su fama con los años y fallecen en cama, pero es más ridículo y atroz que los grandes países no tengan que esperar a que desaparezca un maldito viejo para mejorar, porque "ellos" ya no pueden mejorar, pertenecen ocultamente a cuatro personas y veinte burros aúlicos, y al pueblo le dan como 'gran reserva' vinos agrillos de la víspera. La eternidad sobre la tierra.
Lo terrible y dictatorial, lo tecnofascista y "descarado por mal encubierto" no es lo que hacen con sus gentes y países, en sus respectivas coyunturas, los democráticamente malos sino los "buenos", verbi gratia Bush, Blair y Ansar.
Santa Lucía le guarde la vista a quien viera como normal y fortuita la muerte de Lady Di, y ahora, despues de otras cuántas igualmente espinosas, la de David Kelly. ¿Ni siquiera estaba oficialmente vigilado en las actuales circunstancias?
L'Ètat ce sont eux, el estado son ellos, toda la gavilla telediaria perenne, el Gotha (universal), y una cadena de merluzos ignotos desde el jefe al becario 114 de cualquier servicio secreto, sin más inteligencia ni personalidad que el cinismo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.