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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Cocinando piedras

Ayer, charlando con unos amigos, Thomas, un chico de Ghana, contó cómo se las ingenian las mujeres africanas para lidiar con el hambre de sus hijos y sus consecuencias psicológicas.

Nos explicó que a veces, cuando los niños no se duermen porque están angustiados e intranquilos esperando comer, ansiosos y nerviosos esperando comida y única y exclusivamente sintiendo la desesperación de esperar la comida que no llega, las madres cogen una cazuela, meten unas piedras en agua delante de ellos y fingen que cocinan. De esta manera tranquilizan a los niños y consiguen desangustiarles. Los niños, al sentir esperanza y creer que esa noche van a comer, se relajan y pueden dormir sin comer nada.

En Europa, si los niños ven el biberón preparado, suelen ponerse rabiosos si se les hace esperar unos segundos porque lo quieren "ya" y no pueden esperar sin tener una pataleta. En Europa no se consideran héroes a estas mujeres africanas que cocinan piedras delante de sus hijos para que se tranquilicen -los medios de comunicación ya se encargan sólo de mostrarnos lugares comunes y tópicos de sus vidas-, y a los jóvenes que vienen en patera se les clasifica en estereotipos, de tal manera que es difícil componer una imagen de ellos que se corresponda con la realidad: son personas normales que deciden arriesgar su vida y atravesar en patera 13 kilómetros para comer, trabajar y conseguir dinero para enviar a sus madres y a sus hermanos; para que cocinen arroz y mandioca en vez de piedras.

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Al margen de lo que haga o deje de hacer el Gobierno de Aznar, los españoles debemos ser compasivos y ayudar a los inmigrantes africanos que llegan a España. Cada uno como pueda. Toda ayuda, por insignificante que parezca, es ayuda y es buena para ellos. Aunque nos intenten convencer de lo contrario, lo natural y lo lógico es tan simple como compartir con ellos la comida, darles hospitalidad, darles dinero, tratarles de tú a tú y, desde luego, olvidarnos de esa categoría nueva que nos han metido en el inconsciente colectivo, los "sin papeles", concepto absolutamente monstruoso y discriminatorio.

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