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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Tropas no combatientes?

En un aviso a navegantes, los primeros disparos de mortero han caído junto a la base polaca que alberga a las tropas españolas enviadas a Irak, que hoy contarán con una avanzadilla de alrededor de 500 miembros. Pese a los esfuerzos del presidente Bush y su estado mayor para poner mejor cara ante la ocupación del país árabe, los acontecimientos no acompañan. A medida que aumentan las víctimas estadounidenses y se multiplica la factura económica de una guerra formalmente finalizada, Washington comienza a asumir que necesita la ayuda de más aliados para compartir riesgos e iniciar la sustitución de sus 150.000 soldados.

La presencia militar extranjera crece en Irak. Se estima que en septiembre habrá unos 20.000 soldados no estadounidenses, 1.300 españoles entre ellos. Pero la mayoría de los contingentes de esa coalición, tan amplia nominalmente como escasa de tropas, son pequeños y heterogéneos. Y el riesgo, como está a la vista, no es pequeño ni se circunscribe al Ejército de EE UU. El máximo jefe aliado en Irak, general Ricardo Sánchez, acaba de decir que, llegado el momento, espera que las unidades de la División Multinacional, en las que se encuadra España, lucharán con eficacia.

Las tropas de la brigada Plus Ultra tienen asignada una franja en el corazón chií de Irak, con las ciudades de Karbala y Najaf, alejada de la parte más mortífera, el llamado triángulo suní, hacia el norte y el oeste de Bagdad, todavía virtual zona de guerra. Pero a diferencia de otros cometidos internacionales previos, los soldados españoles no están en Irak como "militares no combatientes", en eufemismo del presidente Aznar; ni son tampoco una fuerza de mantenimiento de la paz -¿qué paz?- como quiere dibujarla el ministro Trillo. Ésta no es una misión como la de Bosnia, ni está bajo la bandera de Naciones Unidas, como Afganistán.

La ocupación se hace al amparo de la resolución 1.483 de la ONU, que da a EE UU (y al Reino Unido) plenos poderes y flexibilidad para reconstruir el país. De hecho, tanto el máximo jefe militar como el civil, Paul Bremer, informan al ministro de Defensa de EE UU, Donald Rumsfeld. Pero los acontecimientos están desacreditando rápidamente un modelo que necesita ser transformado en una verdadera fuerza de paz y de recomposición política y económica. Bush sugiere sin tapujos que quiere internacionalizar la estabilización iraquí. Pero en su cuadratura del círculo señala también que eso no se hará al precio de una nueva resolución del Consejo de Seguridad que restrinja los poderes de EE UU y la autonomía de su Administración. Es probable, sin embargo, que el inesperado coste humano y económico de la aventura persuada a la Casa Blanca para llevar de nuevo el caso a la ONU, como quieren los países que sólo así aportarían tropas: India, Turquía, Pakistán, quizá Alemania o Francia. Pero eso difícilmente sucederá antes de otoño.

Para entonces -tras la muerte de los dos hijos de Sadam Husein y el acoso al que está sometido el tirano derrocado- las cosas podrían haber mejorado.Washington, en cualquier caso, está aprendiendo de sus errores y ha acelerado el paso en los últimos días para dotar al país ocupado de un marco legal que permita a los iraquíes asumir cuanto antes el control de sus vidas. El plenipotenciario Bremer señalaba al dar posesión al irrelevante Consejo interino iraquí que confía en una pronta Constitución, lo que permitiría celebrar elecciones en algún momento del año próximo. Pero ese calendario es ilusorio si no se dan muchos más poderes al Gobierno provisional, se inicia urgentemente el proceso para elegir una asamblea constituyente y, sobre todo, cesa el clima de caos y desgobierno que, casi cuatro meses después de la caída de Bagdad, sigue prevaleciendo en Irak.

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