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El brillo de los diamantes

Botsuana consigue un espectacular desarrollo gracias a las gemas

Dicen que es "el éxito de África", y es verdad.Botsuana, un país con tan sólo 37 años de independencia, encajonado entre Suráfrica, Namibia, Zimbabue y Zambia y con la mayor parte de su territorio ocupado por el desierto de Kalahari es hoy uno de los países más prósperos de ese continente. El brillo de los diamantes que explota se deja notar.

El Gobierno busca socios privados y formación para fomentar el ecoturismo en algunas de las zonas de vida salvaje mejor conservadas
Los diamantes suponen el 33% del producto interior bruto del país, el 65% de los ingresos del Estado y el 75% del valor de las exportaciones

La sala de valoración de Botsuana Diamond Valuing Company (BDVC) es un mirador privilegiado del pulso de Gaborone, la capital del país. Dos docenas de operarios armados con pinzas y lupa separan y evalúan allí los diamantes en bruto recién llegados de las minas, pegados a un enorme ventanal que deja ver una de las principales arterias de la ciudad. Algo más allá, la nueva sede del Ministerio de Sanidad, todavía en obras, un nuevo centro comercial, un colegio... Los operarios no atienden lo que pasa detrás de los cristales. Se limitan a separar las gemas siguiendo escrupulosamente la ley del diamante, "las cuatro ces" (color, corte, calidad y quilates, en las siglas en inglés). Esas pequeñas piedras, que luego se venderán en Londres, son las que dan vida al país.

BDVC es filial de Debswana Company, una empresa mixta al 50% entre el Estado de Botsuana y De Beers. Debswana es la principal empresa del país, primera empleadora después del Estado -tiene una plantilla de 6.300 personas- y protagonista principal también en los intentos del Gobierno de diversificar una economía tremendamente dependiente de los diamantes. Su venta supone el 33% del producto interior bruto del país, el 65% de los ingresos del Estado y el 75% del valor de las exportaciones.

Cuando en 1966 Botsuana deja de ser un protectorado británico, es uno de los países más pobres del mundo. Apenas tiene algo de gandería, cuatro escuelas y 4,8 kilómetros de carreteras. Un año después, y tras largas exploraciones, los geólogos de De Beers encuentran la mina de Orapa, la principal, y empieza algo así como un cuento de hadas.

Estabilidad política

La combinación de la riqueza que dan los diamantes -Botsuana es el mayor productor del mundo, por valor- con la estabilidad política y jurídica de un país rodeado de conflictos -hay elecciones democráticas cada cinco años desde su independencia y ha sido catalogado como el país más transparente de África- da como resultado un desarrollo espectacular en la zona. Desde 1970 a 1990 se coloca entre las economías de más rápido crecimiento, con una tasa media del 13%. Las carreteras suman ya 7.000 kilómetros, hay casi 400 escuelas y una aceptable red sanitaria. La renta per cápita hoy es de 3.600 dólares al año y el producto interior bruto crece a un ritmo aproximado del 6%.

Al contrario de lo que ocurre en otros países productores, donde los diamantes han financiado corrupción y guerras, "en Botsuana", dice B. Mokgothu, ministro de Minerales, Energía y Agua, a un grupo de periodistas europeos de visita en Gaborone, "los diamantes se han utilizado para el desarrollo".

Pero no han sido suficientes, ni son para siempre. Todavía hay un alto nivel de pobreza y de desempleo -21% de la población activa, según cifras oficiales, y hasta 40% según extraoficiales-, y hay reservas en las minas actualmente en explotación para 35 o 40 años, según el ministerio. Así que tanto Debswana como el Gobierno se han metido en una carrera frenética para captar inversión exterior y diversificar. Se trata de aprovechar otros recursos además de los mineros-Botsuana cuenta con algunas de las zonas de vida salvaje mejor conservadas del planeta- y de montar una red de pequeñas y medianas empresas -ahora incipiente- que reduzca la dependencia que el país tiene de las importaciones de Suráfrica.

El camino empezó con la creación del International Financial Service Center para captar inversión a base, entre otras cosas, de ventajas fiscales, y ha seguido con la constitución de otros organismo encargados de fomentar la inversión manufacturera, modernizar una arcaica y difícil agricultura aquejada de falta de agua y fomentar las exportaciones para expandir el mercado más allá de unas fronteras que sólo acogen a 1,6 millones de habitantes. La última vía de diversificación en la que Debswana y el Gobierno han puesto todo su interés ha sido el turismo. Y para ello andan buscando, sobre todo, socios y formación.

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