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Reportaje:FIN DE SEMANA

El Mediterráneo deshabitado

Cabo de Creus, visita al faro más oriental de la Península

Lo primero que hay que hacer al llegar al solitario faro del cabo de Creus es sentarse y dejarse invadir por la sensación de amplitud en este rincón del Mediterráneo. Lo ideal es hacerlo desde la terraza-mirador que rodea el antiguo cuartelillo de carabineros colindante, convertido en lugar de hospedaje. Después, recorrer con la mirada, como un centinela, con el mar enfrente, los kilómetros y kilómetros de costa rocosa, con sus numerosas calas. Ahora respirar hondo. Y entonces recordar estos versos de Vicente Aleixandre: "Heme aquí frente a ti, mar, todavía / con el polvo de la tierra en mis hombros, / impregnado todavía del efímero deseo apagado del hombre; / heme aquí, luz eterna, /vasto mar sin cansancio, /última expresión de un amor que no acaba, /rosa del mundo ardiente".

Cualquiera que lo haga se trasladará más allá del entorno que le rodea: el mar, delante, y el monte, detrás. Son los dos únicos vecinos de este último reducto de calma en la Costa Brava. Tierra y agua están protegidos por el parque natural del cabo de Creus.

Cuando el salitre de la brisa haya saludado -y una vez superado el trance poético-, lo mejor será pedir ya el vino y algo de pescado al horno del cercano puerto de Cadaqués, y saborearlo en una de las rústicas mesas de este espléndido puesto de observación.

Aviso a navegantes: el faro emite dos destellos cada 10 segundos y se encuentra a 87 metros sobre el nivel del mar. Casi pegado a la frontera con Francia, es el punto más oriental de la península Ibérica. Está rodeado de uno de los espacios deshabitados más grandes del Mediterráneo español.

Suculentos pescados

Donde antes los carabineros vigilaban el contrabando, allí, en el cuartelillo, un joven inglés -podría ser un personaje de Dickens, con sus grandes patillas pelirrojas- ha montado un restaurante muy cálido y tres sobrias habitaciones, con capacidad de hasta cuatro personas cada una, con cocina propia y vistas espectaculares. Un equipo internacional y alternativo se encarga de las mesas, la barra y los fogones, de donde salen unas suculentas bandejas de pescado con hierbas y patatas hervidas.

Manjares merecidos para quien haya pasado el día en una de las cercanas calas recónditas, nadando en sus aguas, tomando el sol sin más piel que la propia. Con piel de neopreno se puede hacer submarinismo. La naturaleza subacuática hace la boca agua a los buzos. Hay un espléndido camino de cabras que bordea la costa hacia el sur, ahora ya sólo frecuentado por los humanos, y pocos. A mano izquierda, antiguos viñedos, olivares y el mar; cada pocos centenares de metros aparecen en los campos abandonados antiguas barracas de piedra, ahora en desuso, de aspecto casi prehistórico, con sus lajas de pizarra. Allí, los labradores guardaban sus aperos y se refugiaban del sol. Nada impide al paseante repetir esa experiencia; podrá tocar la perfección de esas construcciones con aspecto de iglú, sentir el fresco en su interior, ver desde la estrecha entrada cómo rompen las olas a cien metros y cómo cae sobre la espuma el sol cegador.

La bahía de Portlligat

Al final de este sendero nos espera Portlligat, con los brazos abiertos de su pequeña bahía natural. Allí, Dalí empezó sus andanzas con Gala en unas cabañas de pescadores, en una cala de gran belleza. Ahora es la Casa-Museo Salvador Dalí. ¿Y por qué no completar la peregrinación daliniana hasta Figueres, al Teatro-Museo Dalí? Es sólo una pequeña excursión en coche.

Pero puestos a andar, se podría continuar un poco más hacia el sur, hasta Cadaqués, antiguo paraíso de surrealistas y bohemios, para ir a tomar un café al mismo bar, frente al puerto, donde lo hacía Marcel Duchamp mientras jugaba al ajedrez. Digamos que por algo sería que aquí se reunían Picasso, Matisse o Man Ray con Dalí y Gala. Ese algo es todavía perceptible. Y puestos a peregrinar, no habría que dejar de hacerlo a Sant Pere de Rodas, monasterio benedictino empezado en el siglo X, obra destacada del románico, al que también se puede llegar a pie desde Cadaqués.

Ensenada en el parque natural del cabo de Creus, en Girona.
Ensenada en el parque natural del cabo de Creus, en Girona.PERE DURÁN

GUÍA PRÁCTICA

Dormir y comer

- Bar restaurante Cap de Creus (972 19 90 05), en el parque natural Cabo de Creus (Cadaqués, Girona). Regentado por el británico Chris Little. Pescados y comida india. A partir de 20 euros por persona. Reservando con antelación, tres habitaciones, con capacidad de hasta 4 personas. Unos 65 euros de domingo a jueves. Los viernes y sábados, que van inseparables, 70 euros.

Visitas

- Casa-Museo Salvador Dalí (972 67 75 00). Portlligat (Cadaqués). Entradas: imprescindible hacer una reserva previa del día y la hora de visita. Abierto del 15 de marzo al 6 de enero. Hasta el 15 de septiembre, de 10.30 a 21.00. Cerrado los lunes. Precio de entrada: 8 euros.

- Teatro-Museo Dalí (972 67 75 00). Figueres. Horario: de 9.00 a 19.00. Entrada: 9 euros.

- Buceo Thierry Trossel (972 12 65 84). Carretera de Cadaqués. Port de la Selva. Enfrente de la playa, en la tienda Scuba Shop.

Salida diaria a las nueve de la mañana y a las tres de la tarde. 21 euros.

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