Confucio posmoderno
Se dice que las primeras páginas son decisivas para hacerse un juicio acerca de un libro, pero esto puede llegar a ser engañoso. A punto estuve de arrojar este ensayo por la ventana, presa de un arranque de indignación, al leer en la segunda página del prefacio que, para el autor, "Disneylandia es un lugar delicioso". Pensé: "Vaya idea de escapismo más ramplona que tiene este individuo". Por fortuna, pudo más la disciplina, y al final, después de ahondar en el texto, me encontré con algo totalmente distinto. El juicio sobre Disneylandia ha de ser contextualizado y, por lo demás, Escapismo es un ejemplo más que digno del más puro ensayismo literario, parte de la mejor tradición de un género que tiene a Montaigne y a Thomas Browne como referencias ineludibles, y del que casi no se encuentran representantes entre los escritores norteamericanos contemporáneos.
ESCAPISMO. FORMAS DE EVASIÓN EN EL MUNDO ACTUAL
Yi-Fu Tuan
Traducción de Karen Müller
Península. Barcelona, 2003
302 páginas. 22 euros
Yi-Fu Tuan es geógrafo de profesión y hombre de dilatada trayectoria académica en Estados Unidos. Su libro defiende la idea de que la cultura no es -como afirma la antropología de inspiración romántica- una forma de habitar la naturaleza, ya sea para conocerla, dominarla, cultivarla o para protegerse de ella, sino una estrategia de huida de la condición natural, en el sentido de una negación (o mejor dicho, de-negación, desplazamiento) de lo real, que Tuan analiza en varios contextos pertinentes. Negación de la condición natural de los hombres, por encubrimiento o sublimación de la animalidad, negación de la condición gregaria que se traduce en el aislamiento y la soledad del individuo moderno, evasión de lo real hacia los territorios de la imaginación, en el juego, el arte o en las drogas, lo que conlleva a menudo un auténtico descenso a los infiernos, a medida que los hombres se entregan a los placeres comúnmente llamados perversos.
La problematicidad de lo
real es un tema muy contemporáneo, característico de una época en la que, por lo visto, hasta el capitalismo es "de ficción". Al abordarlo, Tuan conecta con uno de los asuntos preferidos de Clément Rosset; y, cuando examina como cartógrafo minucioso la condición humana, sus opiniones se asemejan a los retratos, tan pesimistas como estremecedores, de Elias Canetti. Sus fuentes y modelos muchas veces están tomados de estudios antropológicos de campo y relatos de viaje, y la manera de emplearlos como exempla, recuerda a Masa y poder. Escribe a vuelapluma, haciendo que el lector se deslice por una infinidad de temas que Tuan elabora sin conclusión: la muerte, el sexo, el paisaje, la religión y la moral, el arte, la alimentación o la pornografía. Se coloca como un lejano observador culto que, al final de su vida, revisa una suma de lecturas y experiencias, a sabiendas de que ya nada le queda sino hacer literatura con ellas, aplicando si acaso humor e ironía, y un fino sentido del detalle, por cierto, muy oriental.
Durante la lectura me iba ga
nando la sensación de estar frente a un escritor neoestoico, un asceta desconocido que esconde sus reglas, pero al final recordé que este pensamiento que procura una enseñanza pero permanece ajeno a toda pretensión crítica es un viejo conocido de Oriente: el confucianismo. Y, en efecto, Tuan enseña sus cartas en la última sección, titulada Cielo, donde hace un discreto alegato confucianista, oponiendo esta visión del mundo a la del judeocristianismo. Como en las enseñanzas de Confucio, Tuan predica el reconocimiento de lo real, la aceptación de lo dado, la renuncia a cualquier estrategia de trascendencia, tanto sea crítica, salvacionista o técnica, porque a su juicio éstas son otras tantas salidas escapistas.
Los que gustan de criticar a los posmodernos encontrarán en este libro indicios del espíritu capitulacionista que se atribuye a la posmodernidad. Y los herederos confesos o encubiertos de la intolerancia maoísta (tanto como los actuales neocapitalistas chinos) juzgarán que las elegantes opiniones de Yi-Fu Tuan son reaccionarias pese a que, en el fondo, son totalmente inofensivas.
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