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VISTO / OÍDO
Columna
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Tonto Simancas

Cuando le conocí era ya presidente por elección popular: aún no le habían atracado. Me pareció un hombre bueno y sencillo, como eran los socialistas; después de la tragedia y del cerco de Madrid en el que le destrozaron, vi su perplejidad: no debía saber que eso pasa todos los días. Leí ayer sus confesiones en este periódico y vi mis sospechas confirmadas: un hombre honrado. "De pro". Una pitonisa me dijo al lado: "Morirá de pena". A estas personas se las suele apartar de las formas de poder, aunque sean las hogareñas, diciendo que son "tontas": y es que no son de la canalla. Claro, cuando pasé de periódicos llegue al portavoz oficioso, al que prepara los ambientes y filtra los documentos (¡el plan Ibarretxe!), o sea Abc, y uno de ellos le llamaba tonto en verso. Aquí está: "Tonto que nunca se acaba, tontucio de capirote, tonto del pijo y del bote, tonto del culo y del haba. Tonto al que se cae la baba, tonto que come lo verde, es tonto del ganapierde, tonto de quiero y no puedo, mas no le metas el dedo en la boca porque muerde. Morder solamente sabe, que es un saber de animal, y si es para hacer el mal, morder y arañar si cabe. Presumiendo de suave maneja la uña y el diente, jura, firma, finge y miente sin vergüenza y sin rubor, y todo lo hace por mor de llegar a presidente".

No me importa perder estas líneas de las pocas que tengo: es bueno, digo, difundir el pensamiento contemporáneo de la derecha desvergonzada y lenguaraz. Y la falsedad en cada palabra. Es verdad que ya en la Asamblea los ladrones de votos le llamaron "maricón", o le compararon con Goebbels, pero este antiguo Jefe Nacional poeta, sobrealimentado por sus cargos nutricios, es más descarnado, sucio y grosero. Es habitual en él, pero se luce ante los suyos, que repartirán recortes y correos con el poema turbio. Quizá junto a otros recortes en los que se advierte que los argentinos apresados por asesinos y torturadores deben ser juzgados en Argentina y no extraditados. Aquí, en efecto, ese tipo de canallas no se juzgan; son ellos mismos. Los asesinos de uniforme sólo torturaron rojos y terroristas; ya rechazaron cualquier acusación contra Pinochet; el hombre al que recuerdo con su capa de Drácula siguiendo el féretro de Franco, su maestro.

Vuelvo a Simancas: sin abolengo fascistas, sin maldad, sin robar democracias, me temo que ha perdido su carrera. Me temo que el votante de Madrid diga también que ese hombre es tonto: porque es decente.

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