Un ladrón roba el coche al delegado del Gobierno
El ladrón entró a un piso de Retiro huyendo de la policía y retuvo a sus dos moradores
El viernes pasado la criminalidad madrileña sumó un dígito más en materia de robos de coches. Su víctima fue el máximo responsable de la seguridad en la región, el delegado del Gobierno, Francisco Javier Ansuátegui. Uno de sus ocho vehículos oficiales era robado en una gasolinera cercana a la plaza de Neptuno, hacia las 22.00, por Luis Franco Vega. El ladrón, huyendo de la policía, entró a un piso de Retiro y retuvo a dos ancianos.
El conductor del coche oficial del delegado del Gobierno -un Opel Omega azul con matrícula M-1082 BPJ- se dejó puestas las llaves del vehículo mientras repostaba en la estación de servicio. De repente, cuando pagaba al gasolinero, pudo presenciar cómo un hombre se introducía en el coche y, con total desparpajo, encendía el motor y pisaba a fondo el acelerador en dirección a Atocha. El conductor oficial se vio obligado a llamar desde el móvil al 091 para denunciar lo sucedido, pero omitió decir quién era el robado.
Como consecuencia de esta llamada de denuncia se puso en marcha un dispositivo que movilizó a los coches patrulla de las policías nacional y municipal. Tras localizar el vehículo, los agentes iniciaron una persecución que finalizó en el portal número 15 de la calle de Téllez (Retiro). El ladrón, huyendo de la policía, se introdujo en el edificio y dio el susto de su vida a un matrimonio, Luis Sánchez Bermejo, de 80 años, y su mujer, María Dolores Rizaldos, de 65.
Dolores abrió la puerta al oír el timbre creyendo que era su hija y se encontró con un corpulento joven de 1,80 metros de estatatura, delgado, de unos 35 años y con manchas de sangre en su camiseta blanca y en el antebrazo derecho. El joven propinó un empujón a la anciana y la manchó de sangre. "No sé si me contagió algo", dijo después la mujer a la policía. Acto seguido obligó al matrimonio a entrar en el salón, exigió que le curaran y pidió que no llamaran a los agentes.
Pero la mujer fingió que iba al botiquín y logró dar aviso al 112. El secuestrador percibió la llamada y se alarmó. Pero la mujer le aseguró que había llamado a una vecina para pedir medicinas. Por si acaso, el forzado huésped se hizo con el teléfono. Repetía machaconamente un deseo obsesivo: "Sólo quiero tranquilidad y que me saquen el demonio que llevo dentro", en supuesta alusión a la droga.
La hija del matrimonio, al regresar a casa, receló al ver numerosos policías frente a su portal. Los funcionarios le indicaron que subiera por la escalera con precaución, ya que no sabían dónde estaba exactamente el perseguido. Alicia ascendió los peldaños con temor.
Y, al llegar a su piso, Alicia tuvo la confirmación de que el huido se encontraba en su domicilio al comprobar que estaba echada la cadena del pestillo, algo inusual. A tráves del hueco de la puerta, pudo ver a su madre. "Alicia, no entres", le avisó la anciana. Ella bajó al portal y comunicó el paradero del huido a los policías, que subieron y forzaron la puerta del piso.
Traslado al hospital
El ladrón se encaramó a la ventana del inmueble, en una segunda planta, e intentó tirarse, pero los agentes lograron reducirlo. Acababa así media hora de secuestro, un allanamiento de morada con amenazas y un robo de coche oficial con persecución incluida. Los policías, ante el delicado estado mental del ladrón, lo trasladaron al hospital Gregorio Marañón.
Fuentes de la Delegación del Gobierno explican que Francisco Javier Ansuátegui se hallaba en un restaurante cercano al lugar donde fue robado el vehículo, pero negaron que se tratara del coche oficial del delegado.
Sin embargo, según fuentes sindicales policiales, el vehículo sí era uno de los usados por Ansuátegui. De hecho, según dichas fuentes, fue retirado de la calle de Téllez por un conductor y el escolta adscrito. "Un coche normal no tiene escolta", explican los sindicatos. El incidente ha sido recibido con ironía por el colectivo policial, que ve cómo sus mandos niegan sistemáticamente la existencia de un problema de inseguridad en Madrid.
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