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Eddie Palmieri asegura que la música latina de hoy "no tiene tensión ni resistencia y no explota"

Eddie Palmieri, neoyorquino de origen puertorriqueño, es el responsable de grabaciones históricas de la música latina como Vámonos pa'l monte o The sun of latin music. Un piano percusivo surgido de la tradición cubana y del jazz sirve para este músico que nunca ha olvidado al bailador. Su remozada La Perfecta acaba de publicar Ritmo caliente, y se ha reeditado una grabación de 1967 con el vibrafonista Cal Tjader, Bamboléate.

Sus siete premios Grammy -"tengo para cada día de la semana"- no le impiden mostrar una amabilidad inusitada. "Cuando La Perfecta empezó, en 1961, lo cambió todo, porque nunca se había visto una orquesta así con los dos trombones. Barry Rogers y José Rodrigues llevaron el género a un nivel que nunca se va a igualar", asegura Palmieri (Nueva York, 1936). Tras la disolución de la orquesta en 1968, prometió que La Perfecta no volvería a reunirse, pero el tiempo lo ha ablandado: "El sonido es un cóctel de oxígeno musical. El latin jazz era para los bailadores. Ahora la mayoría del latin jazz es más jazz latin. Yo dejo siempre la estructura del baile, que aprendí antes del año sesenta en Cuba. Lo fundamental está ahí".

"La música latina de hoy no tiene tensión y resistencia y no explota", dice. "Lo más importante es que, en este tiempo que nuestra música sufre por la falta de ventas, la obra del artista tiene que llegar a otro nivel". Palmieri ha tocado días atrás en Calle 54, el local de Madrid que lleva el nombre de la película en la que se le echó en falta. "Cuando Celia Cruz cantaba con la Sonora Matancera, jovencita ella, puso a todo el mundo a aprender", afirma Palmieri, que hace tres años grabó con Tito Puente el disco Masterpiece: "El maestro muere a las dos semanas de la grabación. Fue extraordinario cómo tocó sabiendo que no se sentía muy bien. De jovencito yo quería ser un Tito Puente. A los trece estaba con la orquesta de mi tío, en el timbal. A mi madre no le gustaba y quería que tocara el piano. Y cuando venía a buscarme mi tío me decía 'Eduardo, ¿tú no ves qué lindo se ve tu hermano cuando va a trabajar y no tiene que cargar un instrumento? ¿Cuándo tú vas a aprender?'. Después de dos años le vendí los timbales a mi tío y todavía estoy con el piano".

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